Pablo Bengoechea no puede dormir hace varias noches. No es la angustia la que lo mantiene despierto. Tampoco algún problema personal. El insomnio de Bengoechea se debe a la emoción que le genera el poder cumplir su sueño en un futuro próximo: ser despedido de su actual puesto de director técnico de la selección peruana de fútbol.
A José Luis Pinto lo botaron de Alianza, y ahora triunfa con Costa Rica. Jorge Sampaoli estuvo en tres equipos peruanos y ahora es el elogiado director técnico de Chile. ¿Qué le tendrá guardado el destino? ¿Sacará campeón a Ecuador luego de que lo humillemos como a Didí? ¿Hará clasificar a Bolivia al Mundial si la prensa peruana le dedica los mismos titulares que a Lajos Baróti? ¿Llegará a cuartos de final con Venezuela luego de recibir aquí las mismas descalificaciones que Oblitas? ¿Hará que la República de Surinam sea la sorpresa del siguiente campeonato si lo maltratamos como a Maturana?
Así, Bengoechea pasa sus días esperando, ilusionado. ¿Faltará mucho para que la Comisión de Fiscalización del Congreso le inicie investigación? ¿Se quemarán muñecos con su rostro este Año Nuevo? ¿Ya se estarán organizando plantones con lavado de camisetas rojiblancas frente a su casa? ¿Habrá algún tuit de la primera dama que desencadene su despido? Bengoechea no tiene las respuestas. Solo espera que lo inevitable suceda antes de que se inicien las Eliminatorias de Rusia 2018.