Nada como un período de introversión y silencio para llegar a conclusiones iluminadas sobre nosotros mismos y los problemas que nos agobian. La primera dama acaba de atravesar un período así –breve, es cierto, pero muy meritorio en su caso–, del que ha emergido con un descubrimiento esclarecedor. Quienes han venido afectando su imagen desde el principio de este gobierno y arrecian sus ataques cada vez que intenta levantar cabeza –ha dicho– son los “poderes fácticos”.
Ahora, una rápida encuesta entre los entendidos en ciencia política sobre quiénes son los sospechosos a los que esa expresión suele aludir arroja la siguiente lista: la Iglesia, las Fuerzas Armadas y los conglomerados empresariales. Pero resulta que la Iglesia está demasiado ocupada tratando de impedir que las personas homosexuales hagan con su vida y su patrimonio lo que les parezca como para practicar la extirpación de idolatrías con la señora Heredia; las Fuerzas Armadas son lo que más se asemeja a una organización de apoyo político a este gobierno; y el empresariado entona mayormente salmos en loor de la primera dama por considerarla el antídoto a las tentaciones chavistas del humalismo. ¿A quién entonces se refirió ella con ese giro que –según el diccionario– define al poder “que se ejerce en la sociedad al margen de las instituciones legales”? En un exceso de modestia, no ha querido revelárnoslo.