El ministro Daniel Urresti no pudo más que molestarse cuando se enteró de que en la sede policial de Andahuaylas no se habían hecho las obras esperadas. “¿Ya hicieron, como se llama, el proceso para el segundo piso? Yo ordené que todo esto lo arreglen [...]. ¡Carajo, lo que yo quiero saber es cómo va!”. Más adelante, quizá movido por la euforia que tanto le causan al ministro las palmas, continuó: “Si esto no está arreglado [...] y usted no me da cuenta, lo envío al Vraem”, le dijo a uno de los efectivos.
La conclusión del triste evento es que al ministro todos le fallan. “Ustedes son testigos –continuó refiriéndose a las remodelaciones– que yo ordené eso. No tengo tiempo, no me corresponde estar moviendo dinero”. ¿O acaso alguien creía que el ministro con su larga lista de tareas (viajar, salir bien en la foto, crear titulares, conferenciar y viajar un poco más) tiene tiempo para supervisar?
Lo peor de todo es que lo anterior seguro será aprovechado por algunos ex ministros del Interior, que están siempre prestos a la crítica. Unos ex ministros, dicho sea de paso, que –y esto es otro tema completamente– quizá no deberían estar tan tranquilos, pues Urresti –ha asegurado– indagará por lavado de activos a quienes hayan ocupado anteriormente su cartera. Lo que, vale la pena recalcar, es estrictamente necesario y solo se hace teniendo en mente el bien de la institución.