La semana pasada, recogiendo una idea de un colega, listamos tres figuras que si bien no forman parte de nuestros queridos símbolos patrios oficiales, se han convertido en una suerte de símbolos informales que, a veces para bien y otras para mal, actualmente identifican al peruano. Hoy completamos el listado.
El mañuco. Otrora con apariciones esporádicas en parques y colas, hoy es una plaga pese a las amenazas de tijerazos lanzadas desde altas esferas gubernamentales. Hay mañucos del Metropolitano, mañucos de desfile militar, mañucos de circo y se espera que en los meses venideros aparezcan mañucos de procesión. Y es que en un país de noveleros, ser mañuco es el último grito de la moda.
El ministro del Interior. Así, en general. Encarna la inestabilidad laboral que acecha al peruano. Hay secuestros, lo cambian. Baja el cobre, lo cambian. Castañeda habla, lo cambian. Castañeda no habla, lo cambian. Va camino a extinguirse y en un futuro lejano lo recordaremos como un personaje mítico que, sin batimóvil ni baticueva, tenía la imposible misión de pacificar Ciudad Gótica.
Humberto Lay. Como guardián de la ética en territorio comanche, Lay no solo es el congresista con más chamba, sino que ha logrado lo imposible: ser un peruano al que ningún otro peruano envidia. Sacrificándose por nosotros entre robacables y empleados fantasma, es un pastor con destino de prócer.