Presiento que algo malo está apunto de pasar en Venezuela. No me refiero a la escasez o la inseguridad (las bellacas maniobras del Imperio), sino a un problema humano: ¿cuánto tiempo más puede aguantar un mandatario de la talla de Maduro vivir bajo la sombra del sempiterno Hugo Chávez?
Para dar solo un ejemplo de la clase de cosas con las que Nicolás tiene que lidiar, tomemos el ejemplo de esta última semana. Hugo recibió de los miembros del Congreso del Partido Socialista Unido una oración: el “Chávez Nuestro”. Este rezo –que comienza aclarando que el comandante no está solo en los cielos, sino también “en el mar, en la tierra y en nosotros los delegados”– busca que llegue “el legado” (ya no el reino) para que los delegados socialistas puedan llevarlo al pueblo. Ellos, además, no quieren pan, quizá demasiado pedir cuando falta la harina: quieren la liberación del capitalismo, de la oligarquía y, por supuesto, del delito de contrabando. Eso sí, hay cosas que no cambian: desean todo esto por los siglos de los siglos.
Mientras tanto, Nicolás, quien tiene que arreglar el caos y autoritarismo que dejó Chávez, no tiene nada de la gloria y sí todo del sufrimiento de una mala imagen que le fue heredada: esta semana se insinuó en el programa televisivo “Legends” que Maduro compraba armas químicas en el mercado negro para responder a las protestas ciudadanas. Justo lo que necesitaba Nicolás: peor reputación internacional; todo mientras el otro es cada vez más divino. Le deseamos, por ello, mucha suerte en la apertura de investigación que se ha iniciado para recuperar su honor, mancillado por el programa de ficción “Legends”.