Una vez más, nos vemos obligados a salir a defender la alegría frente a los embates estatales que quieren terminar con ella. Y es que esta semana, en Los Olivos, el nuevo alcalde denunció que en el Palacio de la Juventud ha encontrado una discoteca con modernos equipos de música y alegres luces de colores, situación que considera inconcebible. “Nos hemos quedado totalmente pasmados [...]. Este no era el Palacio de la Juventud, sino del desenfreno”, señaló el indignado burgomaestre. No sabemos si reacción similar le generó visitar la Casa del Adulto Mayor y encontrarse a un grupo de alegres veteranos bailándose una polkita.
En todo caso, señor alcalde, lo queremos invitar a la reflexión: ¿No es deber del Estado en todos sus niveles de gobierno promover la salud (física y emocional) de sus ciudadanos? Es cierto que en el caso de los jóvenes, usualmente se promociona a través de campeonatos deportivos pero, ¿por qué negarse a hacerlo también a través de un espacio seguro y adecuado para que se ejerciten alegremente al ritmo de eufóricos reggaetones?
Alcalde, deje la denuncia de lado. Tenga siempre presente a Celia Cruz y recuerde que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando (y bailando). Canalice esta iniciativa y conviértala en su legado: Todos recordarán que la primera discoteca edilicia para promover la “salud pulpín” nació en su pujante distrito y fue promovida con acierto por su gestión.