“Susana da la cara con botox”. El frívolo pero acertado titular de una entrevista en el “Trome” hecha esta semana a Susana Villarán escondía información que cambiará mi intención de voto municipal para siempre.
Esto, en parte, porque al leer la nota sentí que hice, como dicen en los United States y en el Jazz Zone, ‘bonding’ con Susana: para mí soñar con Castañeda sería, como para ella, una pesadilla. Pero también porque la alcaldesa mostró tener grandes atributos. Por ejemplo, la eficiencia: ¿se puede ser más fabulosamente eficiente que alguien que ha logrado tener “amigos” que le “pongan los paneles” gratis?
Quizá esto no debería sorprendernos de alguien que también logró tener un asesor de la talla de Favre ad honórem, pero no es todo. Susana también ha demostrado ser, por fin, una candidata que juega limpio y no entra en esos dimes y diretes característicos de los canallas de la política. Sobre Alan, por ejemplo, dijo no tener –a diferencia de muchos de nosotros, agregaría yo– ninguna antipatía, recordando además, con un ‘cherry’ desinteresado, que los “dulcesitos de maná” de su despedida de presidente fueron “riquísimos”. Igual sobre Toledo, sobre quien dijo que “es un hombre bueno y le pido a Dios que le dé la posibilidad de explicar de dónde salió esa plata”.
Lo mejor de todo, sin embargo, ha sido su optimismo: “Sí, yo creo que sí”, contestó con emoción a los periodistas del “Trome”, quienes le preguntaron si cree que Nadine Heredia votará por ella en las elecciones municipales. Voto a voto, Susana se aleja del 11% y se acerca a la victoria.