Esta ahora curiosa expresión verbal se documenta ampliamente en nuestros escritores del siglo XIX. Dar (alguien) acuerdo de su persona se entendía como ‘reaparecer después de una ausencia prolongada’. Véase este ejemplo del espontáneo lenguaje familiar de Ricardo Palma en la tradición “Un general de antaño”: “... faltaban dos días para el baile y el maldecido sastre no daba acuerdo de su persona” (Tradiciones peruanas completas, Madrid 1953, p. 987).