En Los últimos días de La Prensa (Lima 1998), Jaime Bayly pone en boca de un personaje: “... uno a uno los fui trabajando a los coleguitas. [...] Les dije mira, coleguita, tú me votas por Larrañaga calladito nomás y yo te regalo un viaje a Lima” (pp. 170-171). Esta curiosa acepción del polisémico verbo trabajar, ‘persuadir a alguien, con astucia, de que haga algo que se le propone’, no solo se documenta en nuestra lengua coloquial sino también en otros países americanos.