En nuestro lenguaje familiar, este modismo implica una fingida distracción para negarse a hacer un favor o prestar ayuda. En La vida exagerada de Martín Romaña, el escritor peruano Alfredo Bryce escribe: “¡He perdido cinco kilos por romperme el alma desde que empezaste a hacerte el loco para no trabajar tú también!” (Barcelona 1995, p. 221). La locución familiar hacerse el loco equivale a la del español general hacerse el sueco.