Los ministros están alborotados. Tras días de rumores de cambios en diferentes carteras, que por cierto no han terminado, andan preocupados por recuperar la credibilidad y el liderazgo dentro de sus sectores.
El ministro de Economía y Finanzas, José Arista, de quien se decía tenía un pie fuera, se apresuró en dar una conferencia el miércoles pasado para sentar posición sobre la crisis en Petro-Perú y el emplazamiento de su presidente del directorio, Oliver Stark. El ministro de Salud, César Vásquez, continuó con el despropósito del examen de Serums. El camino para Vásquez fue blindado por César Acuña, el tercer personaje más poderoso del país (Ipsos, “Semana económica”) y, aparentemente, cogobernante de Dina Boluarte.
El canciller Javier González-Olaechea optó por un inusitado perfil bajo, luego de la pirotecnia con la que se celebró su participación en el consejo permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Por su lado, el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, envalentonado por el abrazo público de la presidenta Boluarte, hasta se animó con ese estilo “refinado” que lo caracteriza a pechar a la prensa regional al ser cuestionado por el aumento de la percepción de la inseguridad ciudadana y a denunciar a los periodistas que difundieron el audio donde supuestamente se lo escucha dialogando con ‘Culebra’. Morgan Quero, por su parte, acostumbrado a ser perejil de todo caldo, espera paciente que la varita de su madrina se pose sobre él para convertirlo en presidente del Consejo de Ministros.
La ministra de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Hania Pérez de Cuéllar, ha tomado una medida más audaz con tantos beneficios como riesgos: protagonizar los videos del TikTok de la cuenta oficial de la institución. Pérez de Cuéllar es una de las ministras con más tiempo en el Gabinete. Su estabilidad en el Gobierno también ha sido discutida y la respuesta ha sido un video de TikTok que revela a una blonda profesional usando lenguaje de barrio para garantizar las obras de suministro de agua en Juliaca. La línea entre la propaganda eficiente que capitaliza reputaciones y lo que las nuevas generaciones califican “como que da ‘cringe’” –pensar que se es ‘cool’ cuando el resultado es más bien vergonzosamente incómodo– es bastante delgada.
Con todo y alboroto, rumores, deslices y disfuerzos, los grises ministros y su aún más opaco jefe del Gabinete no logran imponer un discurso programático que justifique su estadía por más tiempo en el Gobierno. Con la complacencia del Legislativo, mientras tanto, tendremos a un grupo de ministros desarticulados, investigados y aferrados al fajín.