El ‘timing’ no podía ser peor. Apenas 24 horas después de anunciarse la alianza Apra-PPC, don Miguel Facundo Chinguel recibe una condena en el Poder Judicial. La presunción de probidad que había adelantado el ex presidente Alan García se fue así al agua. O a la reja, dirían en “Tres Patines”, porque le han puesto casi 14 años de prisión.
Los cohetes para el despiste se lanzaron de inmediato. Lo de Facundo Chinguel es una cosa personal; la responsabilidad penal es individual; sus efectos no alcanzan a la organización. No por aprista se empaña al partido.
Ja, ja, ja. Como si a don Facundo Chinguel lo hubieran condenado por mandar un beso volado a una monja clarisa en un convento de clausura. La sentencia lo acusa de haber montado una organización criminal, involucrando familiares, amigos, correligionarios y funcionarios públicos para armar una trama que terminaba en el mismísimo escritorio del presidente de la República.
Sabe Dios si García sabía o no sabía. Pero pretender que este chanchullo únicamente tiene efectos personales es una broma de poco calado que solo los ingenuos se podrán tragar.
O los masoquistas. Porque al epicentro mismo de este tremendo roche ha decidido Lourdes Flores llevar a su partido, guiada por la misma certera puntería que le han valido innumerables traspiés políticos en el pasado. ¿Qué puede haber detrás de esta vocación suicida?
La movida es tan contra natura que una explicación plausible es la autodestrucción. Una suerte de “métanse al poto su partido”, luego de las luchas intestinas de las últimas semanas y la consecuente desorientación institucional. Al diablo con todo y que arda Troya nomás.
A eso hay que agregar otra mudanza. La que implica haber anunciado una abstención de todo cargo público para convertirse ahora en cónyuge de la plancha presidencial. Misa, comunión y matrimonio en una misma ceremonia de conveniencia política.
Para ayudarnos a entender, Lourdes Flores ha salido a clarificar lo que no conocíamos. Que este es un proyecto maduro, de profunda reflexión, que mira al futuro, que tiene hondas raíces principistas y bla, bla, bla. ¿De veras? Y por qué se cocinó a última hora, sin ningún antecedente, documento, encuentro o sesión alguna de meditación y retiro.
Claro que las alianzas son cosa común en todo el mundo. Claro que Flores tiene el derecho de perdonar a su adversario y olvidar los cargos que antes tan esmeradamente le hacía. ¿Pero una mezcolanza de este género, solo para salvar una inscripción?
El PPC, hasta donde sabíamos, tenía sus principios e ideario. Muy maltrecho en los últimos años, era un partido con raigambre y simpatías. De los pocos que podían defender un cuerpo doctrinario y una identidad propia. Desatinado en sus apuestas electorales y candidatos, pero con su peso pluma y su dignidad.
Todo lo han tirado por la borda en un solo envión. Se hubieran retirado a sus cuarteles a reconciliarse, a reconstruir sus bases y propuestas. A recobrar fuerzas, en fin, para volver con nuevos bríos. Cinco años no son nada para un partido, menos tiempo incluso si se piensa en las campañas municipales.
Pero más han podido los intereses y la figuración. Con esta movida, doña Lourdes se ha tomado la última cápsula de cianuro que tenía. Y se va a jalar al partido con ella. Como en las películas, ahora solo queda esperar que el veneno haga efecto en las próximas semanas.