Mabel Huertas

Acaba de cumplir 57 años, no le convencen las canas como al estándar masculino, por eso prefiere disimularlas elegantemente. Se percibe como un hombre vigoroso, lo suficiente como para ponerse a la espalda una carga tan pesada como lo es el Perú y, encima, darse el tiempo para no descuidar la vida privada, el romance. ¿Cuál es el secreto del (aún) para atraer a jovencitas con dificultades para llegar a fin de mes? ¿Será su encanto personal, su verbo florido y otras destrezas en el arte del cortejo, su inteligencia emocional a disposición de la patria, su noble entrega al país?

Poco importa la vida personal de , sus placeres de alcoba o su “candidez” en tiempos digitales para realizar videollamadas íntimas. Lo que haya hecho antes o durante su premierato debería ser cosa suya. Pero si sus fugaces romances chocan con los fondos del Estado, entonces es cuestión de todos los peruanos.

La supuesta expareja del acalorado jefe del Gabinete ha dicho que sí tuvieron una corta relación romántica en el 2021. El material audiovisual grabado –y nunca borrado– demostraría que ambos se conocían y que, por lo tanto, Otárola habría mentido cuando los periodistas –luego de la denuncia de “Panorama”– le pidieron explicaciones por el jugoso contrato de S/53 mil que durante su gestión en la PCM obtuvo la señorita Yaziré Pinedo. Otárola dijo que solo la había visto en una reunión (¿virtual?).

La ajetreada vida íntima de la veinteañera Yaziré tampoco debiera estar en cuestión. Solo habría que pedir más explicaciones sobre cómo otra de sus presumibles exparejas, el señor César Figueredo, entonces director de Cofopri, la contrató en esta institución estatal luego de que ambos sostuviesen una relación amorosa, tal y como ha asegurado Pinedo. De confirmarse esto último, la confesión de parte revelaría técnicas poco ortodoxas para conseguir trabajo en tiempos de recesión económica. Sin embargo, el lunes, en Willax, Pinedo hizo hincapié entre lágrimas en su currículum vitae con un grado de maestría inexistente en Sunedu. Disculparán la falta de sororidad en este caso, pero según lo que Pinedo ha dicho –y, sobre todo, lo que no ha dicho–, aquí no hay víctimas oprimidas por el poder ni sometidas por su género; solo personas adultas con agendas bien turbias y calenturientas.

Queda conocer, por supuesto, más detalles sobre la participación de Martín Vizcarra, César Figueredo y Nicanor Boluarte en el llamado complot para destituir al enamoradizo y romántico Otárola. Y, claro está, ver si sobrevive el abogado o el hermano de la presidenta. Quién sabe si, cuando se publique esta columna, ya se conozca el resultado.

Mientras la telenovela continúa en desarrollo, hasta el momento solo se puede asegurar que tanto Vizcarra como Otárola comparten el pésimo gusto de envolver al país en un culebrón de cuarta. Y es que hay algo en los fajines o en las bandas blanquirrojas que súbitamente les da un atractivo especial a hombres grises. No son tontos; por el contrario, almidonan el distintivo de juramentación para sacar provecho.

Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno