El capitalismo mundial celebró la semana pasada la salida a bolsa del gigante chino Alibaba Group Holding, lo que marcó un récord como la oferta pública inicial más grande de la historia: US$25 mil millones. Con el incremento de 38% de las acciones ese primer día, la capitalización bursátil de Alibaba alcanzó los US$230 mil millones, unos 100 mil millones más que el valor de mercado de todas las empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Lima.
Eso coloca a Alibaba (mezcla de portales de comercio electrónico, mecanismos de pago online y servicios financieros, que opera principalmente en China) al nivel de Walmart y sus 11 mil tiendas de 71 marcas diferentes en 27 países. Nada mal para un emprendimiento que nació en 1998 en el modesto departamento de un desconocido profesor de inglés, con una inversión inicial de US$60 mil. Poco más de 15 años después, Alibaba ha convertido a Jack Ma en el hombre más rico de China.
El perfil biográfico de Ma y su estilo de liderazgo desafían los estereotipos tradicionales del CEO carismático, socialmente encumbrado y de pecho henchido. Por el contrario, lo suyo parece ser la encarnación de los valores del quinto nivel del liderazgo que describió en el 2005 Jim Collins, en un famoso artículo del “Harvard Business Review”: humildad y determinación feroz.
Como otros casos que Collins reseña, Ma no atribuye su éxito a su visión estratégica, su energía personal o su influencia y personalidad avasalladoras. El creador de Alibaba piensa que el factor más importante en el desarrollo de su empresa ha sido simplemente la buena suerte que tuvo. Mucha suerte, sin duda, pero también una visión aventajada de un modelo de negocios que explota la descomunal dimensión del mercado interno de China y facilita la conexión de las empresas de ese país con compradores de todo el planeta.
Para darse cuenta de la magnitud de Alibaba, es interesante mencionar que representa la mayor parte del comercio online de China, y el 60% de los paquetes postales en ese país.
Quizá el enorme valor que ha dado el mercado a Alibaba se deba al hecho de que los inversionistas consideran que lo que ha conseguido en China podría ser aplicado, en una escala mucho mayor, a nivel de todo el mundo.
Hay que leer la historia de Ma porque es una enseñanza de emprendimiento y desarrollo personal. Hay que conocer la evolución de sus empresas, con sus luces y sus sombras, y hay que detectar los aprendizajes que, en una escala recalculada, son traspasables a nuestra minúscula realidad. Lecciones que no supimos escuchar en el 2008, cuando el simpático Ma visitó Gamarra. Los comerciantes del emporio textil lo pifiaron y abuchearon entonces, porque según ellos representaba al demonio de las importaciones de ropa china y la apertura comercial.
Pasaron los años y, por esas cosas de la vida, Ma es ahora la estrella del capitalismo mundial, mientras los empresarios de Gamarra, como dijo alguna vez Fernando Villarán, siguen atracados en el siglo XX. Pero quién sabe, a lo mejor regresa el chinito y se los compra a todos con el sencillo que ahora tiene en su monedero.