“¡Acá en Comas se respeta!”, grita indignado el alcalde de ese distrito, Ulises Villegas, para luego ordenar: “tráiganme a la policía de migraciones de una vez”. Este es un video de apenas 15 segundos colgado en su popular cuenta de TikTok. El video sin mayor contexto revela que su interlocutora sería una vendedora informal de nacionalidad venezolana. Los cerca de 5 mil comentarios demuestran cómo ha llevado al éxtasis a sus seguidores, vecinos urgidos de orden, limpieza y seguridad. El video lleva tres días en la red social y tiene más de millón y medio de vistas.
Así, existen decenas de video similares, del alcalde en acción, ahí, en la cancha, “pechador”, dialogante. Solo bastan unos segundos de registro en video, algo de carisma, un buen locutor, música y estética popular para la puesta en escena, matizada con tono de autoridad o picardía que asegure los ‘likes’. Esto no significa que no haya un cerebro detrás de toda la producción, al contrario, el crecimiento es mayor aún cuando hay una estrategia comunicacional que se adecúe a ese lenguaje de masas que exige TikTok (que no cualquiera domina). El soso registro de un político recorriendo el Perú y hablándole a la gente, a estas alturas, es anticuado. La plataforma digital exige una creatividad lúdica, pero, sobre todo, ser genuinos con el “pueblo” al sumergirse en este, criterios reñidos con el elenco estable de políticos reincidentes.
Si se trata de producir nuevos liderazgos políticos, TikTok es la vía perfecta. Es económica, masiva y controla el contenido. Además, puede hallar replicadores que amplifiquen el mensaje sin fronteras. Por eso, nóveles políticos, autoproclamados ‘outsiders’ locales que aspiran a liderazgos regionales o nacionales, suman al bailecito y a los conocidos ‘trends’ un discurso que movilice emociones y así lograr el famoso ‘engagement’ que fideliza a sus seguidores-electores.
Esto puede, a simple vista, parecer una herramienta democratizadora, pero viene con trampa. En esa carrera por despertar afectos, el proyecto personalista promueve las divisiones maniqueas en cualquier grieta que puedan hallar en la sociedad: peruanos vs. venezolanos, el sistema vs. los ciudadanos, ricos vs. pobres, nosotros vs. ellos, etc.
En otro video con más de 2 millones de vistas, el cuestionado alcalde de Trujillo, Arturo Fernández, célebre por sus huacos eróticos moches de freudiana escala, justifica que a un militar “se le pase la mano” con un delincuente, e invita a que maten más. En los comentarios, le agradecen por ser firme y hasta le envían bendiciones.
Según el Digital News Report 2023 del Instituto Reuters, en nuestro país el consumo de noticias ha bajado tanto en medios tradiciones como digitales, sin embargo, el consumo de noticias en TikTok ha crecido de manera sobresaliente versus las otras redes sociales –14%, mientras que Facebook y Twitter han decrecido en 1%–. Es decir, millones de peruanos siguen cayendo en la trampa del algoritmo, alimentando sus propios sesgos, resbalando con los infames ‘fake news’ y convirtiendo en notables a personajes como el alcalde de Trujillo, sentenciado por difamación y con otras cuentas pendientes con la justicia.
TikTok tiene sus claroscuros, pero quizá el lugar más tenebroso es el forjamiento de personajes que ambicionan el poder a costa de polarizar más a los ciudadanos, distrayéndolos con el trend del momento.
La informalidad de la política ha hallado su mejor atmósfera en esta plataforma, con una retórica que no conoce de institucionalidad ni de constitucionalidad y debilita el intercambio de ideas de fondo, alienta la violencia física y verbal, el odio hacia “el otro”, hace más irreflexivos a los ciudadanos-electores y más emotivos en sus percepciones y acciones políticas. En suma, el sueño de un populista hecho realidad.