Boquita de caramelo, por Andrés Calderón
Boquita de caramelo, por Andrés Calderón
Andrés Calderón

En una semana en la que un colaborador eficaz revela que un ex presidente recibió US$20 millones en coimas, un aeropuerto se empieza a construir, luego no, y luego otra vez sí, y los huaicos arrasan nuestras casas y nos dejan sin agua, las afrentas políticas transcurren inadvertidas. Pero más que pasar desapercibidas, pasan como siempre, como de costumbre. Lo extraño sería que un político no injurie a alguien.

Por un lado, tenemos al parlamentario de Acción Popular Víctor Andrés García Belaunde, quien critica la modificación del contrato del aeropuerto de Chinchero y pide la anulación de la concesión. Está en todo su derecho, a pesar de no dar ningún argumento de Derecho. Pero como criticar y desconocer contratos es muy básico, da un paso más. Ahora teoriza que la adenda tiene algo que ver con intereses familiares del primer ministro Fernando Zavala, o empresariales de este último y del presidente Kuczynski con el sector cervecero y, por si acaso, añade que “Martín Vizcarra desea entregarle el aeropuerto del Cusco al ex presidente de Chile Sebastián Piñera, que posee alrededor del 10% de AIH”. No cabe duda de que el segundo pasatiempo preferido del buen Vitocho es crear teorías de la conspiración.

Pero si de lanzar acusaciones sin aportar pruebas se trata, Mauricio Mulder –el viejo confiable– no tiene parangón. Si el Ministerio Público quiere cuidar la reserva de la investigación del Caso Odebrecht y evitar el seguro circo mediático en que se convertiría el interrogatorio parlamentario al fiscal Hamilton Castro, para el congresista aprista es porque “sabe Dios qué se está negociando”; y, con la delicadeza de un patinador soviético de hockey, desliza la idea de una acusación constitucional contra el fiscal de la Nación, como también deslizó la idea de una vacancia presidencial hace unas semanas. Escasean las pistas de hielo.

No nos olvidemos de los huaicos. Como los de barro y vituperios dignos de patio de primaria que suele deparar el alcalde Castañeda a quien lo critica. “Él [el alcalde de Huachipa] es un alcalde bueno, todos se ponen a llorar, a quejar[se], él no”, dijo en clara alusión por contraposición al alcalde de San Juan de Lurigancho (SJL), quien en la víspera había cuestionado la falta de apoyo del burgomaestre de Lima. “Qué ocioso […] que no sea vago” (Castañeda al alcalde de SJL) es el “pitucos metidos a zurdosos” de hace unas semanas y el “esa es una loca” de hace unos años.

Esta es nuestra política consuetudinaria, en la que las acusaciones solo se lanzan, no se demuestran. En la que la inmunidad para el insulto que algunos políticos (los congresistas) explotan contagia a otros que no la tienen (los alcaldes), pero actúan como si la ostentaran. 

Y a la que también colaboramos los periodistas, dándoles en la yema del gusto. Pues cuando el político suelta la ofensa, no estamos pensando en la repregunta para pedirle el fundamento sino en el rico titular que nos ha regalado. Y mucho mejor si el agraviado de turno pica el anzuelo y le dedica una cuota de improperios a su victimario. Salivamos por el siguiente capítulo de la novela. Porque “Acusan de corrupto a Fulano” siempre será mejor noticia que “Mengano lanza injuria sin sustento”.