Mientras escribo esta columna, suena en mis audífonos una música espectacular. La selección ha sido hecha por Spotify, el líder mundial en distribución de música vía streaming, de acuerdo con mis gustos y los de millones de usuarios con preferencias similares. Es como tener una estación de radio personalísima en el bolsillo.
A pesar de su tremendo éxito, Spotify dice que su modelo de negocio está en peligro. Que Apple, que controla estrechamente qué aplicaciones pueden usar los usuarios de iPhone, los está discriminando con la finalidad de favorecer a su propio servicio de distribución de música: Apple Music.
La empresa sueca argumenta que el 30% que Apple cobra como comisión encarece artificialmente su tarifa, haciéndola más costosa que la de Apple Music (que no paga la comisión). Que otras aplicaciones, como Uber o Deliveroo, no la pagan. Y que, si se niega a hacerlo, la empresa estadounidense le impone limitaciones que desincentivan el uso de su aplicación, como bloquear actualizaciones, impedir el ofrecimiento de promociones, prohibir las comunicaciones con sus usuarios y dejarla fuera de servicios claves para el ecosistema Apple como Siri y HomePod. Por ello, la semana pasada presentó una queja ante la Comisión Europea.
Esta controversia ocurre justo cuando se viene manifestando una progresiva preocupación por el creciente poder de gigantes tecnológicos como Google, Facebook y Apple, y su impacto en los mercados de servicios digitales. Como recordamos, el año pasado la Comisión Europea multó a Google con US$5.000 millones por un comportamiento similar al denunciado por Spotify: imponer condiciones en el licenciamiento de Android con el único fin de asegurar que las búsquedas realizadas desde los teléfonos que usan este sistema sean hechas a través de su motor de búsqueda. Ello, poco después de haberle impuesto otra multa (US$2.700 millones) por alterar su algoritmo de búsqueda para priorizar su propio servicio de comparación de precios sobre los de sus rivales.
Apple ha respondido a Spotify con argumentos que me parecen bastante débiles. Además de acusarla de no pagar lo justo a los creadores de la música que distribuye (algo que no tiene nada que ver con la queja), señala que si Uber u otras aplicaciones no pagan la comisión de 30% es porque tiene como política cobrársela solo a aquellas que comercian servicios digitales, no a las que venden bienes o servicios físicos, son gratuitas o que generan ingresos a través de publicidad (es decir, solo a sus potenciales competidores). Sobre la razonabilidad de las restricciones que impone o de si favorecen a Apple Music, no ha declarado nada.
En mi opinión, es muy probable que la Comisión Europea le dé la razón a Spotify. Es obvio que Apple no trata igual a esta aplicación y a Apple Music. Y, al ser servicios de características similares, ello constituye un comportamiento discriminatorio bajo las normas de libre competencia.
El mejor argumento de Apple sería señalar que, al no ser su sistema operativo el más usado en Europa, carece del poder necesario para imponer condiciones que afecten el funcionamiento del mercado. Pero dudo de que la comisión se lo compre. Ya ha fallado anteriormente en contra de razonamientos similares.
Spotify acaba de poner una canción que no escuchaba desde hace tiempo. Y, por supuesto, me parece buenísima.