La Conferencia Anual de Ejecutivos realizada en Paracas incluyó temas que no son usuales en este evento y que preocupan vivamente a los empresarios, como la corrupción y la seguridad ciudadana. De hecho, fueron los problemas que aparecieron en los dos primeros lugares en la encuesta realizada por Ipsos entre los participantes.
La preocupación por el deterioro de la seguridad y el avance del crimen organizado se expresó en el hecho que hubo dos conferencias y un panel sobre el tema.
La excelente presentación del general (r) Oscar Naranjo, ex director de la policía colombiana entre 2007 y 2012, mostró una experiencia cercana de la que tenemos mucho que aprender. A principios de la década de 1990 Colombia estaba asediada por el narcotráfico y la delincuencia, con niveles de violencia pavorosos. Un consenso extraordinario entre los políticos, la sociedad civil –con participación muy importante de los empresarios- y funcionarios estatales, logró revertir la situación.
Uno de los pilares del cambio fue la reorganización y depuración de la policía, tarea iniciada por el general Rosso José Serrano (director entre 1994 y 1999) y continuada a través de los años por profesionales honestos y capaces como el general Naranjo.
Aquí reside una lección importantísima de la experiencia colombiana: la continuidad en la reforma policial, que solo es posible si hay un amplio consenso, y la designación de jefes caracterizados por su capacidad y probidad.
En el Perú ocurre todo lo contrario. No solo no hay consenso, sino tenemos un gobierno -y específicamente un ministro del Interior- intolerante, empeñado en atacar y agredir a cualquiera que ose discrepar.
En lugar de continuidad de una política, aquí tenemos carencia total de política, no solo de un gobierno a otro, sino de ministro a ministro. Y ya son seis los titulares del Interior en 40 meses de este gobierno.
Los jefes policiales no son, ni remotamente, de la calidad de Serrano o Naranjo, elegidos ambos como los mejores policías del mundo en su momento. Aquí se les escoge por su obsecuencia a la pareja presidencial o al ministro de turno. Como ocurrió al comienzo del gobierno, que se dio de baja a 29 generales no para poner al mejor, sino al más sumiso, a pesar que estaba implicado en el escándalo de las Brujas de Cachiche. No por casualidad fue el que inició, probablemente por órdenes del más alto nivel, la desmesurada vigilancia en la casa de Oscar López Meneses.
En suma, lo que privilegia el gobierno, o para decirlo más precisamente la pareja presidencial, es el uso político del ministerio del Interior y la policía. Eso es incompatible con tener al frente de esos organismos a gente íntegra y capaz, que no se prestaría a esos chanchullos. La contraparte es que no se puede combatir la principal lacra que carcome a la institución, la corrupción, porque la contraprestación que se otorga a aquellos que consienten ese manejo inmoral e ilegal es que puedan realizar impunemente sus trapacerías.
En otro plano, aunque el título de CADE este año rezuma optimismo –“Hagamos del Perú un país del primer mundo”-, la encuesta de Ipsos revela que el pesimismo se ha elevado a cotas no vistas desde hace mucho tiempo. El año pasado el 84% opinaba que el país estaba progresando y un insignificante 3% que estaba en retroceso. Esta vez solo el 52% cree que estamos avanzando y un impresionante 27% que estamos retrocediendo. Es decir, se ha multiplicado por 9 el porcentaje de los que creen que vamos como el cangrejo. (El pico fue el año 2007 con 95% de optimismo).
Al parecer el escepticismo no se explica solamente por las dificultades del entorno internacional y la desaceleración de la economía, sino por la impresión de que el gobierno no ha hecho lo que debería para remontar las dificultades. En pocas palabras, que es un gobierno inepto. O, más precisamente, un presidente incompetente, porque varios de los ministros asistentes fueron sobresalientemente calificados.
Quizás porque se ha dado cuenta que el entusiasmo que los empresarios mostraron por su gobierno desde el 2012 ya se ha enfriado, el presidente Ollanta Humala no asistió y prefirió quedarse viajando por Europa.