No soy fan de la Tigresa del Oriente ni del congresista Manuel Dammert. No me agradan los estruendosos (aunque pegajosos) ritmos de la cantante, mucho menos las jurásicas proclamas estalinistas del legislador de izquierda.
Pese a ello, debo mostrar mi solidaridad con ambos por haber sido objeto de los embates censuradores de la parlamentaria Leyla Chihuán, cuyos mates voleibolistas, paradójicamente, sí fueron objeto de mis vítores en alguna oportunidad.
Empecemos por Dammert. El último jueves, durante el debate del informe final de la Comisión Lava Jato en el pleno del Congreso, se generó una polémica debido a una afirmación del legislador de Nuevo Perú, quien se negó a retractarse: “Hay una cuenta en Andorra probada con gente del Partido Aprista que ha hecho negocios, gente vinculada a Jorge del Castillo y Alan García. Eso lo he dicho y lo reitero”.
Frente al reclamo del Apra y la insistencia de Dammert, la Mesa Directiva del Parlamento, encabezada entonces por la segunda vicepresidenta Leyla Chihuán, planteó una moción de sanción contra Dammert: 120 días de suspensión y descuento de haberes. Un día después, se dejó sin efecto.
Según el artículo 61, inciso d, del reglamento del Congreso, el presidente del Poder Legislativo puede “exigir el retiro de frases ofensivas proferidas contra las autoridades, los miembros del Congreso y las personas” y, de ser necesario, aplicar sanciones.
Lo llamativo del caso es que la declaración de Dammert debe haber sido de lo más suavecito que se ha escuchado en el Congreso recientemente. “Subordinada”, “terrorista”, “cobarde”, “corrupto” han sido algunos de los calificativos usados por nuestros destilados padres de la patria solo en la última semana. Por lo demás, lo señalado por Dammert –aunque incómodo para del Castillo y compañía– tiene sustento en reportes periodísticos que detallan las cuentas bancarias encontradas a ex funcionarios del gobierno aprista como Jorge Cuba y Miguel Atala, acusados de haber recibido coimas de Odebrecht.
Más allá de la discusión en particular, ha devenido fútil y absurda esa práctica parlamentaria de demandar que alguien “retire la palabra”. Al final, solo sirve para que el presidente del Congreso muestre sus propios sesgos y preferencias, pidiendo la retractación de lo que él o ella subjetivamente considera ofensivo y, casi siempre, solo cuando el supuesto agraviado es su correligionario o aliado político. Además, ¿alguna vez han escuchado que un parlamentario retire la afrenta contra un periodista, (ex) funcionario estatal, o cualquier ciudadano en general? Es decir, los congresistas tienen licencia para ofender a quien sea, salvo a otro congresista. “Otorongo no insulta otorongo”.
Cambiemos de felino. La Tigresa del Oriente difundió y sacó raudamente de sus redes sociales su nuevo hit titulado “Estamos chihuán”, una parodia musical de aquella frase de la congresista fujimorista: “Para el ritmo de vida que llevo, [mi sueldo de congresista] no me alcanza”. ¿La razón del retiro? Según una nota del programa “Beto a saber”, la presión de una acción legal por parte de la congresista, a la que el sueldo, al parecer, sí le alcanzaría para contratar una deficiente asesoría legal.
Porque, sin perjuicio de que la parlamentaria puede haber sido objeto de injustificados ataques personales, aún existe en el país la libertad de expresión, y la caricaturización política está permitida. Y eso es precisamente lo que había realizado la cantante con su videoclip.
En fin, haría bien la ex voleibolista en comprender que la labor política necesariamente está sujeta a cuestionamientos y parodias. Y su actitud censuradora (y escasa correa) poco la ayudará en su futuro. A menos que quiera que “estar picón” se convierta en la segunda acepción coloquial de “estar chihuán”.