Es una pena que la ciudad carezca de espacios públicos de calidad. Nos faltan parques, plazas y bulevares bien mantenidos y abiertos a todos. Calles con cafés y terrazas; mercados limpios, con puestos de comida bien arreglados; lagunas con botes y cosas por el estilo. Ciudad, no ‘malls’.
Uno repasa los cuentos infantiles y en todos se relatan actividades prohibidas a los limeños. Saludar a la vaca, pasear en caballo, salir a pescar, trepar un árbol, cruzar un puente, volar cometa. Acá no se puede nada. La zonificación no permite, cerrado por un evento, no hay acceso, la municipalidad no decide, el serenazgo te bota.
Tal vez falta mundo y ambición en los alcaldes, que no alcanzan a ver el enorme poder que estas intervenciones pueden traer para revitalizar sus distritos. ¿No es ese disfrute puro y simple de la calle lo que muchos aprecian cuando viajan al exterior? La plaza con artistas, la mesita para comer un helado, el mirador para tomarse fotos.
Este desánimo por el espacio público es especialmente triste a lo largo de la Costa Verde. Eso no es pena, sino pecado. En todo el mundo las ciudades bien puestas miran y usan el mar para crear espacios atractivos con muelles, marinas, mercados, restaurantes y vida. Nosotros tenemos, salvo escasas excepciones, un páramo triste y desolado.
Un buen ejemplo de esta displicencia es el abandonado muelle de pescadores, en Chorrillos. Dese una vuelta para ver in situ lo que puede lograr la indiferencia estatal. Puestos de comida sucios, un terminal pesquero paupérrimo, lozas y veredas destrozadas. Pobreza y abandono de tercer mundo a medio camino entre el Lima Marina Club y el Club de Regatas Lima.
Imagínese lo que se podría lograr en ese espacio privilegiado. Una zona gastronómica, para comenzar. Quioscos de comida, restaurantes y mercado marino, pero limpios. Un muelle abierto a paseantes y a quienes quieran salir a pescar por pura distracción, o dar una vuelta en bote y mirar la tarde. Con la oportunidad de conocer y tocar las lanchas de pescadores, y apreciar sus rutinas de zarpe y enmiendo de redes. Como en los cuentos.
¿Por qué en Chorrillos no se puede? ¿Por qué sus pescadores no pueden pasar a la modernidad? No hay que pensar mucho para encontrar a los culpables de siempre. La falta de derechos de propiedad es uno de ellos. La Asociación de Pescadores tiene en uso esa porción preciosa de ribera marina, pero ese derecho no es firme ni legalmente saneado. Otra sería la música si tuvieran derechos claros y pudieran asociarse con el capital privado.
La otra rémora es la burocracia y la superposición de autoridades. Emape, la Autoridad Autónoma de la Costa Verde, el Instituto Metropolitano de Planificación, el Ministerio de la Producción y la Municipalidad de Chorrillos, entre otras entidades, tienen ‘incompetencia’ sobre la zona y sus usos.
Ni la indefinición legal ni la maraña burocrática las podrán resolver los pescadores. Librados a su suerte, se morirán ellos y sus hijos, y ese muelle seguirá en desgracia.
Este proyecto necesita una locomotora. Puede ser el propio alcalde metropolitano o una empresa privada o una entidad como Apega. Alguien que jale, que meta a los abogados y que despierte a las autoridades. Hay plata por todos lados. Puede ser una APP, OxI o las siglas que mejor funcionen. Sería un triunfo del emprendimiento y un hermoso regalo para la ciudad.