Ian Vásquez

En esta década, América Latina y el Caribe se convertirá en una de las principales regiones productoras de en el mundo. El aumento de la producción es parte de una tendencia global de largo plazo que contradice la teoría de que este recurso está por acabarse.

Desde los años 50, se nos ha dicho que, dado que el petróleo es un recurso físicamente limitado, llegaremos pronto a su punto máximo de producción, tras lo cual su caída resultaría en una crisis para la humanidad si no tomamos medidas cautelares para no depender de ese combustible.

El punto pico de la producción de petróleo, sin embargo, nunca llegó. Al contrario, siguió y sigue en subida. En 1950 el mundo produjo alrededor de 10 millones de barriles de petróleo por día. En el 2022 llegó a 94 millones de barriles por día.

Lejos de ser escaso, el petróleo se volvió más abundante. Ocurrió lo que siempre ha ocurrido con el uso de recursos: la humanidad desarrolló nuevas tecnologías para explotar y producir el ‘commodity’ de una manera económicamente viable. Un ejemplo de la primera década de este siglo es la fracturación de esquisto en Estados Unidos, que disparó la producción justo en el momento en que se predecía que llegaríamos al pico en la producción de petróleo.

Lo que también ocurre es que la humanidad se vuelve más eficiente en el uso de los recursos y sustituye el consumo de un recurso con otros más convenientes, especialmente si tiene más sentido económico. Por eso, el destacado economista Morris Adelman –especializado en – del Massachusetts Institute of Technology (MIT) pudo escribir en los 90: “Ningún mineral, incluido el petróleo, se agotará jamás. Cuando el costo de búsqueda y extracción supere el precio que los consumidores están dispuestos a pagar, la industria empezará a desaparecer”.

Hoy podemos decir que la producción de petróleo probablemente llegará a su punto pico esta década y de allí empezará a desaparecer. Pero no será debido a que su producción no dará más. En su lugar, tal como lo estimó recientemente la Agencia Internacional de la Energía, la demanda de petróleo alcanzará su punto máximo en el 2028. Es la demanda de petróleo, no su producción, lo que causará el cambio de tendencia.

Otras tecnologías, como los automóviles eléctricos o el uso de gas o energías renovables, tienen algo que ver. Sin embargo, lo que más ha contribuido a la desaceleración de la demanda es el aumento en la eficiencia de los automóviles, según la empresa petrolera BP. Hoy, los carros van mucho más lejos con menos gasolina que nunca (en un par de décadas, los carros eléctricos tendrán un mayor impacto cuando dejen de formar un pequeño porcentaje del total global de carros).

Esto no nos debe sorprender. En el mercado, usar menos insumos para producir el mismo o mejor resultado o cantidad de producto es premiado. En su libro “More from less”, Andrew McAfee, del MIT, documentó cómo el consumo de más de 60 recursos importantes como el papel o el aluminio en Estados Unidos pasaron su punto máximo de consumo en este siglo. Esto se debe a la eficiencia. En otras palabras, gracias a la innovación la eficiencia sigue mejorando y se está logrando hacer más con menos, algo que también está ocurriendo en otros países avanzados y que afectará a un creciente número de bienes.

La desmaterialización –el uso de recursos en cantidades absolutas menores para lograr más– está sucediendo a la vez que han estado creciendo la economía y la población. El uso total de recursos y el crecimiento van cada vez menos de la mano.

América Latina será un mayor productor de petróleo cuando su demanda caerá. Aun así, todos nos beneficiaremos de la creciente abundancia global.

Ian Vásquez Instituto Cato

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