Comparaciones odiosas, por Arturo Maldonado
Comparaciones odiosas, por Arturo Maldonado

Canadá es un país muy alejado del Perú, tanto geográficamente como institucionalmente. Estar unos días en Vancouver, una hermosa ciudad a orillas del mismo mar que baña Lima, y en este país, hace que uno se desconecte de la realidad electoral peruana, pero inevitablemente provoca que uno haga comparaciones odiosas.

En primer lugar, Canadá ha elegido hace poco a un primer ministro liberal después de diez años de dominio conservador. Justin Trudeau le ha dado un nuevo aire al gobierno canadiense, similar al que le dio Barack Obama a Estados Unidos cuando fue elegido presidente. 

En estos momentos, Trudeau es un éxito mediático internacional. Su feminismo y sus posiciones liberales con respecto al matrimonio homosexual y a la liberalización del consumo de marihuana le hacen ganar simpatías internacionales. 

Una vez electo, Trudeau escogió un primer gabinete con paridad de género y multicultural. Su respuesta a la pregunta de por qué se decidió por un gabinete con la mitad de ministras mujeres (“porque es el 2015”) se ha viralizado en las redes. 

En suma, Trudeau es una personalidad política joven, carismática y con firmes convicciones liberales. Sin embargo, ya tiene críticos que le exigen menos show y más gobierno y explicaciones del porqué no ha cumplido de inmediato con algunas promesas de campaña, como disminuir o eliminar los subsidios a las empresas petroleras o la finalización del acuerdo de venta de armas a Arabia Saudí (un gobierno claramente en las antípodas de la visión de Trudeau).

Estando en Canadá uno escapa de las minucias de la política peruana, pero es inevitable comparar la elección de Trudeau con la calidad de candidatos que tenemos en la elección peruana. 

Keiko Fujimori, por ejemplo, está cada vez más lejos de aquella candidata que se presentó en Harvard y que amagaba un giro en el fujimorismo. La candidata ahora se ha acercado a personalidades religiosas hiperconservadoras y a líderes políticos de la minería informal. 

Las posiciones conservadoras con respecto al aborto o a la unión civil podrían tener cierto éxito electoral habida cuenta de que es la posición dominante en la sociedad peruana. El acercamiento a líderes mineros quizá también rinda réditos electorales. Pero qué lejos están esas posiciones de lo que pasa en el mundo, donde la ola de libertades civiles y de respeto al medio ambiente es creciente.

Otra comparación odiosa es con respecto al manejo de la ciudad. Vancouver es una ciudad con una amplia línea de costa marítima y con una variedad de espacios públicos, desde playas y parques hasta bosques. El diseño de la ciudad ha favorecido que las atracciones naturales sean aprovechadas para el disfrute ciudadano. El acceso a las playas es libre, con amplios espacios para parquear los autos y con pistas para acceder a ellas en bicicleta. Los parques presentan las mismas características; son áreas pensadas para que el ciudadano pueda llegar fácilmente y pueda disfrutar de un rato de esparcimiento al aire libre. 

Lima es una ciudad cuyos gobernantes se han empeñado en afear, sobre todo el área de playas, que podría ser un espacio de encuentro, pero donde las autoridades han favorecido a los autos convirtiéndola en una vía rápida y a los negocios particulares para tener restaurantes con vista al mar.

Es odioso comparar una ciudad desordenada como Lima con una ciudad hiperplanificada como Vancouver. La comparación de hecho es injusta dada la trayectoria de ambos países, pero es inevitable pensar en cómo haríamos para tener la calidad de gobernantes de estas latitudes que nos permitan a los peruanos acercarnos al mundo y a los limeños mejorar nuestra pobre ciudad.