Conservador, cristiano, pero no popular, por Arturo Maldonado
Conservador, cristiano, pero no popular, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

En el Perú, las instituciones más populares son la y las Fuerzas Armadas. Cuando se les pregunta a los ciudadanos acerca de las maneras de solucionar problemas graves, como el incremento de la inseguridad ciudadana, preferimos las opciones de mano dura. Muchos reportan cierta tolerancia hacia la educación de los hijos usando castigos físicos, mientras que muestran intolerancia y agresión hacia grupos que consideran una amenaza para la sociedad o las buenas costumbres. Todas estas características son parte del espectro autoritario conservador. Las personas que muestran una tendencia alta hacia el autoritarismo conservador comparten ciertas características que se podrían resumir en sumisión a la autoridad, como la de un líder o institución fuerte; comportamiento agresivo en contra de aquellos que perturban a la sociedad; y convencionalismo, es decir, un alto grado de adherencia a las normas sociales que son apoyadas por las mayorías.

En el país, y en Lima en particular, en estudio tras estudio, los ciudadanos exhiben puntajes altos en las diferentes escalas para medir este fenómeno. No es casualidad entonces el alto grado de rechazo a medidas liberales como la expansión de derechos hacia el colectivo LGBT y la libertad de elección de las mujeres embarazadas en casos de violación. Podríamos afirmar que el colectivo LGBT es parte de esos grupos que a ojos de los conservadores perturba a la sociedad y atenta contra las buenas costumbres. Estar en contra de interrumpir el embarazo en caso de violación es una muestra de convencionalismo y dogmatismo.

No sorprende que la jerarquía de la Iglesia Católica muestre estos signos de autoritarismo conservador. Se trata de una institución fundamentalmente vertical y con un grado alto de obediencia a la autoridad eclesiástica. En el terreno político, tampoco sorprende la posición del . Por algo la ‘C’ del PPC es de Cristiano. Este partido, o club de abogados limeños, como se le llama, históricamente ha estado en contra a la expansión de derechos y libertades. Baste recordar que, en el Congreso Constituyente de 1979, el representante Salazar del PPC ponía excusas para darle el voto a los analfabetos, argumentando que esta medida sería un arma de doble filo que contribuiría al clima de caos de la época.

Este partido se convierte entonces en representante de este conservadurismo limeño, y las declaraciones cavernarias de y las posiciones retrógradas de sus dirigentes principales como Raúl Castro y Lourdes Flores no hacen sino confirmar ese sesgo. El bolsón electoral limeño le ha servido hasta el momento para conseguir escaños en el Congreso, nunca les alcanzó para la presidencia. Sin embargo, el conservadurismo es un fenómeno centrado en Lima, pero no circunscrito a la capital. Existe también un conservadurismo provinciano. En el resto del país son los fujimoristas, al parecer, sus mejores representantes. La ‘P’ de Popular del PPC le correspondería entonces más a Fuerza Popular.

En Lima, si nos fijamos en las tendencias, la población de clase media y alta está dejando atrás poco a poco estas posiciones conservadoras. A medida que pasa el tiempo, la opinión favorable a la unión civil o al aborto en ciertas circunstancias crece, principalmente entre los jóvenes. Si el PPC se anquilosa buscando representar a un sector cada vez más marginal, con el tiempo estaría condenado a desaparecer, no abruptamente como los dinosaurios, sino lentamente como los mamíferos modernos. La ‘P’ de partido del PPC se extinguiría. Para evitarlo, los Secada y las Pérez Tello –tan liberales en lo económico, tan ausentes en lo social– deberían actuar como los eslabones perdidos que den el salto genético necesario para sobrevivir a las nuevas épocas.