La reciente encuesta del IEP correspondiente a mayo ha traído información que debe despertar sentimientos encontrados en el Ejecutivo. Por un lado, confirma el severo deterioro de la situación en la que se halla el mandatario Pedro Castillo. Al mismo tiempo, vuelve a poner en escena el tema constituyente, manoseado hace varios meses y que había tenido hace unas semanas su clímax, cuando el Ejecutivo presentó su proyecto de ley para consultarle a la ciudadanía sobre la conveniencia de realizar una asamblea constituyente.
Como se sabe, la propuesta fue desestimada en la Comisión de Constitución del Parlamento por amplia mayoría, mostrando además a un oficialismo aislado: solo su aliado Cambio Democrático la respaldó.
Aquella mañana, el congresista Guido Bellido tomó nota del resultado y, con un gesto irónico, invitó a sus colegas a participar en la marcha que habría esa tarde para apoyar la propuesta archivada. La limitada convocatoria que la acción tuvo podría graficar la apatía reinante sobre el tema, considerado prioritario por un porcentaje limitado de la población (El Comercio-Ipsos: 8%).
Pero la opinión ciudadana presenta varios matices, además de la priorización que se le asigna. Para empezar, el IEP muestra que los cambios parciales han perdido algo de espacio (58% en julio del 2021, 49% en mayo del 2022), aunque se sigue manteniendo como la variación preferida frente a la opción constituyente (31%), que gana espacio respecto de la medición de julio del año anterior (23%). La rigidez absoluta (“no cambiar nada”) no se ha movido respecto a mediciones previas.
El ánimo cauteloso, que busca solo cambios parciales, tiene sus picos en el NSE A/B (56%), mientras que la opción radical (una nueva constitución) genera mayor respaldo en el Perú rural (43%) y en el centro (44%), una zona de intensa actividad del partido de Gobierno.
En cuanto a la ubicación ideológica o las posiciones políticas, los resultados no son sorpresivos. La moderación (cambios parciales) es mayoritaria en la derecha (47%), el centro (61%) y entre quienes desaprueban a Castillo. La opción radical constituyente, entre tanto, se centra en la izquierda (53%) y en quienes aprueban a Castillo (60%). La rigidez es mayor en la derecha (27%), aunque lejos de la opción moderada.
Cuando se pregunta en concreto por una asamblea constituyente, la situación es mucho más pareja: un 47% está de acuerdo y un 49% está en desacuerdo. Las divisiones son muy parecidas. Picos a favor en el Perú rural (64%), la izquierda (67%) y entre quienes aprueban a Castillo (86%), y picos en contra en Lima Metropolitana (62%), A/B(66%) y entre quienes desaprueban a Castillo (63%).
Pero muchos de los ánimos asambleístas parecen tener sustento más en expectativas que en algún correlato constitucional. No son gratuitas la ubicación geográfica o la posición respecto del rol del presidente, por ejemplo, que sustentan viejas aspiraciones. Detrás de un afán refundador, parece haber una mezcla de aspiraciones legalistas y de frustraciones políticas. Martín Tanaka lo llama “la ilusión de que establecer algo por ley implicaría su cumplimiento” (El Comercio, 31/5/2022). No solo ello: debido a la postergación acumulada de demandas, la aspiración constituyente puede graficar el ánimo anti-establishment o el rechazo a la corrupción, como bien anota Hernán Chaparro (“La República”, 31/5/2022).
Todo ello está lejos de aquel llamado por afirmar la Constitución y el constitucionalismo que hacían el hoy canciller César Landa y Ana Velazco en su versión comentada de la Carta Magna de 1993 (PUCP, 2009): “es a partir de y en la propia Constitución donde se hallan las posibles respuestas a los desafíos contemporáneos”.