Hace poco más de un año escribí una columna en la que argumentaba por qué debíamos acoger a los venezolanos que vienen huyendo de lo que el chavismo le ha hecho a su país. Sostuve que no era solo por razones humanitarias o porque hasta hace muy poco éramos los peruanos quienes andábamos sin papeles por el mundo, sino también por conveniencia. Porque gracias a la inmigración Estados Unidos es la potencia que es hoy. Porque en el Perú aquella venida de China, Japón y algunos países europeos ha enriquecido tanto nuestras vidas que su influencia se nota hoy hasta en lo que hablamos y comemos. Desgraciadamente, las noticias muestran que la xenofobia sigue en aumento en nuestro país.
El último sábado tuve la suerte de escuchar a Paula Rossiasco, especialista del Banco Mundial, en la conferencia TEDxTukuy (la versión peruana de las famosas conferencias TED). Ella también argumentó, pero con mejores datos, por qué nos conviene integrar a los venezolanos que llegan al Perú.
La situación en Venezuela es desesperada. Además de sufrir escasez de alimentos y medicinas, tienen la tasa de homicidios más alta del mundo y la peor inflación jamás registrada. En el 2018, el venezolano promedio perdió nada menos que 10 kilos de peso. En esas circunstancias, ninguna visa o ley migratoria podrá impedir que sigan llegando a nuestro país. Los peruanos también caminaríamos miles de kilómetros y quebraríamos cualquier ley si con ello evitamos que nuestros hijos mueran, literalmente, de hambre.
Rossiasco sostiene, contra lo que muchos creen, que la cantidad de venezolanos llegados al Perú no es tan alta. Aquí representan el 2,5% de la población. En Colombia, tres de cada 100. Cifras mucho menores, por ejemplo, que durante la inmigración china. En aquella época, cinco de cada 100 habitantes de nuestro país habían nacido en el país asiático. Hoy sus descendientes contribuyen a nuestro desarrollo como cualquier peruano.
La inmigración venezolana tampoco ha aumentado las tasas de criminalidad. La investigadora señala que, en Colombia, estas se han mantenido en algunas zonas y hasta reducido en otras. En el Perú no existe evidencia de que hayan aumentado debido a los inmigrantes. Y si bien es obvio que entre los recién llegados hay gente de mal vivir, eso no dice nada del resto, como tampoco lo dicen de nosotros los delincuentes peruanos que azotan las calles de Barcelona, Milán o Buenos Aires.
Los venezolanos llegados al Perú son, en su mayoría, gente joven, preparada y motivada. El 57% tiene estudios superiores, una educación por un valor de US$3.300 millones que los peruanos no hemos pagado, pero de la que podríamos beneficiarnos. Su integración plena aumentaría en 1,6% la capacidad productiva de nuestro país e incrementaría la masa salarial (la capacidad de consumo) en cientos de millones de dólares. ¿Qué puede evitar que estos y otros beneficios se materialicen? Lo que buscan los xenófobos. Que dificultemos su regularización. Que los segreguemos. Que les pidamos papeles que no tienen y, por ello, los obliguemos a aceptar trabajos que no reflejan su capacidad.
Cada día me convenzo más de que la causa de la xenofobia no es la ignorancia. Si lo fuera, el racismo hubiese desaparecido en las sociedades más avanzadas. Su principal causa es la estupidez, que, en el caso de algunas personas, es tan profunda como el mar.