Ecuador, el país latinoamericano donde primero estalló el COVID-19 de manera severa, podría ser el primer país de la región en emerger de la pandemia con mayor apertura que la que tuvo antes de la crisis.
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Esa probabilidad se debe tanto a la enfermedad política que ha sufrido Ecuador por muchos años, como a la misma pandemia. Por el lado de la política, un factor clave es la prohibición constitucional de que el expresidente Rafael Correa sea candidato a la vicepresidencia, como quiere. Por si hubiera alguna duda sobre la ilegalidad de su candidatura, ayer la justicia ecuatoriana negó el último recurso de casación de Correa, de su exvicepresidente, de otros funcionarios de su Gobierno y de varios empresarios en un caso de corrupción. Fueron condenados a ocho años de prisión. Correa queda así fuera de la política.
José Hernández explica que el fallo podría ser histórico porque “cerraría, en buena parte, un capítulo aciago de la vida nacional. Correa no solo concentró el poder, instaló un gobierno autoritario y dilapidó los fondos de la mayor bonanza petrolera que ha conocido el país. Sistematizó el odio. Dividió a los ciudadanos en partidarios y enemigos; en revolucionarios y reaccionarios. Impuso el repudio a los ciudadanos que no hacían coro con sus fanáticos. El encono, la saña, la persecución, el resentimiento fueron erigidos en mecanismos sociales para relacionarse, para identificarse, para diferenciarse, para existir. Correa crispó al país. Lo acostumbró a vivir partido. Lo adoctrinó. Le enseñó que tener la razón no es un ejercicio de raciocinio sino de fuerza. Y que el ciudadano no vale nada: vale el partido, su proyecto político, el Estado gobernado por él”.
Lenin Moreno –el presidente actual que fue uno de los exvicepresidentes de Correa– se peleó con su exjefe al llegar al poder en el 2017, pero eso no le impidió continuar sus malas políticas económicas. Mala suerte para Ecuador. Desde el 2010, la deuda pública se ha disparado desde el 19,2% a más del 50% del PBI, y desde el 2015 el país ha estado estancado o en recesión la mayoría del tiempo.
Frente a las elecciones presidenciales de febrero del 2021, la izquierda se encuentra fragmentada. La corrupción y los extremismos que engendró Correa dividió esa parte del espectro político, quitándole lugar a la centroizquierda, provocando rupturas en los pueblos indígenas y socavando el apoyo de una parte de la clase media.
Mientras tanto, por primera vez en por lo menos diez años, la centroderecha se ha unificado detrás de un candidato, Guillermo Lasso. La posibilidad de una apertura económica es real. De hecho, ya los gremios empresariales importantes del país se han estado manifestando a favor de la liberalización comercial. Tiene sentido, pues Ecuador es uno de los países más cerrados del mundo. Según el Foro Económico Mundial, de 141 países, Ecuador se encuentra en la posición 137 respecto a barreras pararancelarias y 118 respecto a barreras arancelarias.
El costo del proteccionismo ha elevado el precio de los productos finales y de los insumos a tal punto que tanto los consumidores como una amplia gama de manufactureros favorecen la liberalización. Si el Estado no tiene recursos y la economía está golpeada por la pandemia, lo menos que pueden esperar los ecuatorianos es la eliminación de trabas al emprendimiento.
Justamente, parece haber un creciente interés en la apertura financiera también. Abrir el sistema bancario en un país dolarizado, como ocurrió en Panamá, lo fortalecería y reduciría el costo del crédito. El mes pasado, docenas de destacados economistas y líderes de opinión ecuatorianos propusieron estas y otras reformas para flexibilizar la economía y reducir la envergadura del Estado.
Ecuador podría emerger de la actual crisis más abierto y fortalecido.