Las urnas hablan y en cada elección nos comunican el sentir de la ciudadanía. El 4 de noviembre, en los comicios generales en Estados Unidos, el triunfo arrasador del Partido Republicano frente al Demócrata ha sido muy elocuente.
Lo primero es que el presidente Barack Obama colmó la paciencia de los estadounidenses, que la condescendencia con que lo han tratado por el hecho histórico de haber sido la primera persona negra elegida presidente de ese país se acabó. La simpatía inicial ya no alcanza para pasarle por agua tibia la incapacidad demostrada ante una crisis que no solo ha afectado a la primera potencia del mundo sino que hace sufrir sus consecuencias a todo el orbe.
Esa manifestación general respecto del gobernante, sin embargo, no se queda allí. Cuando uno analiza quiénes son los senadores recientemente elegidos, así como los reelectos, se encuentra con un elemento común en la mayoría de ellos: son abiertos defensores de la vida.
El presidente del Population Research Institute, Steve Mosher, publicó un boletín donde destaca que los resultados electorales son un duro golpe no solo para Obama sino también para el poderoso lobby del aborto. “Los resultados de las elecciones en Estados Unidos han sido inmejorables: mayoría pro vida en el Senado, mayoría reforzada pro vida en la Cámara de Representantes y media docena de nuevos gobernadores pro vida. Esto confirma que Estados Unidos está moviéndose hacia el respeto de la vida”, señala Mosher. Vale la pena resaltar que cada uno de los nuevos senadores es pro vida por una opción personal y no solo por consecuencia con la plataforma republicana.
Según refiere Mosher en su boletín, una de las primeras demostraciones de los nuevos pesos en la balanza parlamentaria podría ser la aprobación de la llamada “Acta de no discriminación prenatal”, que prohíbe los abortos por sexo o raza. También la que busca impedir los abortos después de la vigésima semana de embarazo, denominada “Acta de protección a la capacidad de dolor del niño por nacer”. Ambas deben ir al Congreso y luego a la Casa Blanca, donde, por cierto, el presidente Obama las podría vetar.
Mientras en este aspecto Estados Unidos podría estar tomando el camino de retorno de la barbarie, en el Perú, el lobby abortista sigue presionando para marchar, paso a paso, rumbo a la barbarie. Aprobado el protocolo del mal llamado ‘aborto terapéutico’, ahora empuja para la aprobación del aborto por violación. Vale la pena recordar, una vez más, que el camino a la barbarie en que se ha convertido la millonaria industria del aborto en Estados Unidos, comenzó con el Caso Roe vs. Wade, cuando una mujer supuestamente violada reclamó su derecho a abortar y la Corte Suprema falló a su favor. Luego siguieron las otras causales, hasta llegar a una permisión total. Años después, la mujer del caso Roe vs. Wade, Norma McCorvey (conocida como ‘Jane Roe’), confesó que no hubo violación y que mintió porque sus abogadas, dos feministas radicales, se lo habían indicado así.
En fin, unos de ida y otros de vuelta. La transnacional del aborto busca clientela por esta parte del mundo. Si se le cierran algunas puertas en el norte, afilará las uñas para arañar con más fuerza en otros mercados, el Perú entre ellos.
Así como ha ocurrido en Estados Unidos, la posición de los políticos peruanos ante la defensa de la vida del niño por nacer debe ser un elemento de peso al momento de votar en las elecciones del 2016.