José Carlos Requena

Vaya desafíos que deben enfrentar los voceros gubernamentales. Como si fuera poco llevar la pesada mochila de las muertes acaecidas en las protestas –el principal flanco del , sobre todo en el frente internacional–, ahora tienen que ensayar alocuciones y acciones de todo calibre para que las controversiales decisiones que se toman, principalmente en el fuero presidencial, tengan algún atenuante.

Para empezar, algunos de los nombramientos ministeriales no han destacado por su pertinencia. De hecho, la designación de Pedro Angulo, el breve primer jefe del Gabinete Ministerial que tuvo la presidenta , fue claramente una mala decisión. Ello se manifestó rápidamente cuando la desconexión entre las acciones de Angulo y la compleja realidad que enfrentaba se hizo evidente. Duró apenas unos días en el cargo, mientras el caos social abarcaba una parte importante del territorio nacional.

El caso más reciente de mala elección ministerial lo constituye, sin duda, el del casi desaparecido ministro de Justicia, Daniel Maurate. El pasivo es tan significativo que se ha tenido que convocar a un grupo de abogados para suplir la consejería que el encargado de dicho sector suele dar a quien ejerce la presidencia. Informaciones posteriores a su nombramiento indican que la elección de Maurate tuvo que ver con el entorno personal de la presidenta (en concreto, con su hermano Nicanor).

Una decisión presumiblemente presidencial –originada por una vinculación personal– y que ha significado un nuevo flanco para el Ejecutivo es el nombramiento de Ninoska Chandia al frente del Instituto Nacional de Radio y Televisión (IRTP). Hasta su nombramiento, Chandia era una cercana colaboradora de Boluarte en Palacio de Gobierno.

La crítica, comprensiblemente, ha sido casi consensual. Las razones: la limitada trayectoria de Chandia y la carencia de algo en su hoja de vida que pueda indicar que –como aspira el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola– vaya a “conducir de la mejor manera y con la independencia que todos queremos” la institución que se encarga de los medios estatales.

Si bien, formalmente, se han cumplido los requisitos (Chandia tiene una licenciatura y varios años de experiencia, sobre todo en el ), su designación ha generado gran controversia. Ante ello, nuevamente los principales rostros y voces del Gobierno se han tenido que manifestar, cumpliendo el rol de pararrayos que les corresponde.

La ministra de Cultura, Leslie Urteaga –que firmó la designación junto con Boluarte–, ha dicho que el “profesionalismo y los requisitos están cumplidos” en el caso del nombramiento de Chandia, aunque bien se sabe que la primera parte de la afirmación tendrá que verse en el día a día de los medios estatales.

Más provocador, el primer ministro Otárola ha decidido reiterar el sorpresivo optimismo mostrado cuando Josué Gutiérrez fue elegido defensor del Pueblo –entonces dijo: “estamos seguros de que estará a la altura de las circunstancias”–, aunque acompañándolo de una victimización que inevitablemente recuerda a los defensores de Pedro Castillo cuando indicaban que las críticas al mandatario se debían a su origen humilde y provinciano.

“No seamos tan machistas y démosle el beneficio de la duda a la señora Ninoska Chandia. Veo mucho machismo en esta crítica. Démosle el beneficio de la duda, estoy seguro [de] que conducirá la institución con la independencia que [se] reclama”, le dijo a RPP la mañana del martes (Ampliación de Noticias, 6/6/2023).

El escritor mexicano Carlos Fuentes dijo que la política es el arte de comer sapos sin hacer gestos. Muchos sapos se han tragado en el semestre que ya cumplió la gestión de Boluarte. Pero si la jefa del Estado persiste en los desatinos y reitera los malos pasos de sus primeros meses, se corre un serio riesgo de una indigestión masiva.

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José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público