Esta noche recibimos un nuevo año. Aunque muchos entregan regalos en la Nochebuena o en Bajada de Reyes, aquí dos obsequios que, espero, sean de utilidad.
Primer regalo. Economías pequeñas y medio abiertas como la nuestra no deben dejar de comerciar y canalizar nuevas inversiones a un ritmo alto. Nuestra historia reciente señala que, cuando las exportaciones pierden dinamismo, la inversión privada se complica (y mucho más cuando las reglas internas la traban) y la economía se enfría y hasta se comprime.
Con ello, cualquier asomo de activa reducción de la incidencia de la pobreza o de reemergencia de la clase media se desvanece. En forma discreta, pero visible.
Desenvolver este regalo no solo es ponderar qué acciones nos hacen una plaza más dinámica y menos pobre. Nos enseña nítidamente qué otras acciones no nos hacen más dinámicos o menos pobres.
Desde que las exportaciones e inversiones caen simultáneamente, la receta oficial (compensar el enfriamiento con dólar artificial, política monetaria retóricamente laxa y dólar controlado con cero reformas de fondo es solo una popular manera de perder el tiempo) configuran un papelón económico. No solo no impiden que la economía persista desinflándose, sino que nos llevan a retrocesos de indicadores fiscales y de balanza de pagos, los que complicarán al próximo gobierno.
Sabemos qué funciona y qué no. El 2014 fue un año que perdió 7% de ritmo anual de crecimiento porque fuimos incapaces de reconectar exportaciones e inversión privada. Repetimos nuestra infundada fe en el dólar controlado y los mágicos poderes reactivadores de inflar los presupuestos estatales.
Segundo regalo. Esta es una lección mucho más destructiva, la cual no queremos ver. El mercado laboral de nuestro país es un infiernillo. Conecta una creciente dotación de combustible (una fuerza laboral no calificada, de baja productividad y empleabilidad) con un detonante frágil (una legislación laboral ilusa y desincentivadora de la creación de puestos de trabajo).
Muy pocos han recibido una educación competitiva y han tenido o tienen empleos adecuados, pero es la abrumadora mayoría restante la que elige.
No nos confundamos. La articulada minoría que protesta activamente contra la ‘ley pulpín’ no es la que elige. Eligen mayorías mucho más pobres e informales. Desconectadas tanto con la clase política en el poder como con los colectivos de izquierda que organizan estas protestas.
Nada bueno lograremos manteniendo el statu quo laboral y sus 40 regímenes especiales.
La próxima administración deberá desenvolver e interiorizar estos dos regalos flexibilizando claramente el mercado de trabajo local o ingresar a un clima social cada día complicado, con ellos.