“El modelo económico ha sido un éxito”, fue la frase elegida por “Perú 21″ como titular de su entrevista con el nuevo presidente de la Confiep, Alfonso Bustamante.
Desde una dinámica de redes sociales, esta frase es, claramente, la que va a generar más interacción porque va a ser criticada –y compartida– por quienes creen que el modelo económico es el culpable de todos los problemas del país y también por quienes lo defienden.
Sin embargo, que se haya escogido como resumen de la entrevista con el presidente del principal gremio empresarial esa frase que celebra, sin matices, el éxito del modelo económico y que la segunda idea más destacada sea la crítica al Estado por su incapacidad para redistribuir la riqueza generada por el sector privado que “ha cumplido su rol”, es un reflejo, a mi parecer, de la trampa en la que caemos muchos de los que creemos que un cambio del capítulo económico de la Constitución podría ahuyentar a la inversión privada y afectar, especialmente, a las poblaciones vulnerables.
Una defensa cerrada del modelo desde el sector privado, una defensa que no deja espacio a la autocrítica y solo señala con un dedo acusador al Estado, una defensa que no toma en cuenta que para muchos peruanos el crecimiento económico es solo un titular en la portada de un periódico, es una defensa que está destinada a fracasar, porque solo conecta con los ya convencidos, enerva a los persuasibles y alimenta a los críticos.
De la entrevista completa –disponible en YouTube– hay que destacar que Bustamante sí reconoce los motivos de muchos peruanos para sentirse frustrados y lamenta los niveles de pobreza multidimensional en el país, pero, nuevamente, solo identifica al Estado como responsable.
La realidad es compleja y, por lo tanto, la defensa del modelo económico debe ser compleja también. Podríamos argumentar que ha sido exitoso para lograr ciertos objetivos como convertir al Perú en un país atractivo y confiable para la inversión privada y en generar un importante crecimiento del PBI durante las últimas décadas, lo que ha permitido sacar a un grupo de peruanos de la pobreza monetaria.
Sin embargo, si entendemos el modelo económico como el grupo de reglas que establecen los roles del Estado y de las empresas en la economía y cómo ambos interactúan, creo que no podemos hablar de éxito a secas.
Aplaudir desde el empresariado sin matices el modelo resulta una cachetada para un peruano que no solo no tiene acceso a servicios básicos por la incapacidad del Estado, sino que tampoco tiene un empleo formal y de calidad porque las actividades del sector privado formal no lo han alcanzado aún, o que ha visto cómo el mercantilismo, las prácticas anticompetitivas y la corrupción han actuado, en muchos casos, disfrazados de libre mercado.
Creo que una defensa del modelo desde el sector privado pasa por hacer, constantemente, un mea culpa y abandonar posiciones triunfalistas. Paradójicamente, solo podremos hablar del éxito del modelo cuando no tengamos que defenderlo. Cuando sus beneficios para cada peruano sean tan evidentes que los argumentos en contra no encuentren espacio. Mientras tanto, defendámoslo con un poco más de humildad.