Alejandra Costa

Durante el debate de las últimas semanas sobre las causas de la recesión que atraviesa la economía peruana, los voceros del Gobierno han estado más que prestos a apuntar al gobierno de Pedro Castillo como el gran culpable.

No les falta razón, si consideramos que el año pasado las empresas no programaron grandes inversiones para el 2023, paralizadas por las amedrentadoras señales que enviaba Castillo al sector privado.

Sin embargo, a punto de que el gobierno de Dina Boluarte cumpla 11 meses, seguir atribuyéndole el 100% de la responsabilidad de la actual crisis al terremoto económico que generó Castillo suena más a una estrategia para evadir culpas que a un diagnóstico preciso que permita trazar un camino claro para salir de ella.

Y el final de la recesión no se ve en el horizonte. La última Encuesta de Expectativas Macroeconómicas del Banco Central de Reserva (BCR) permite ver que, en la segunda quincena de octubre, los empresarios no se sentían muy entusiasmados por el futuro de la economía en el corto plazo, pues las expectativas sobre la economía a tres meses cayeron a su nivel más pesimista desde enero de este año, en medio de las protestas.

Además, el índice que mide sus expectativas sobre cuál será el estado de la economía dentro de 12 meses está en 49,8 puntos, con un pie en el terreno pesimista en el que no se situaba, coincidentemente, desde enero de este año.

¿Por qué nos debería preocupar esto? Porque si las empresas no esperan que la economía crezca es muy poco probable que planifiquen nuevas inversiones, que se genere empleo y que podamos evitar que más peruanos caigan en la pobreza.

Y que no se haya recuperado la confianza empresarial sí es, en gran medida, responsabilidad del actual gobierno y, más precisamente, del Ministerio de Economía y Finanzas que hasta ahora no ha encontrado la forma de generar las condiciones que permitan esperar que, ahora sí, las empresas programen inversiones para el próximo año.

Viajar para reunirse con inversionistas es solo un ingrediente del complejo proceso de atraer inversiones. De nada servirán esos cónclaves si se mantienen las magras perspectivas de crecimiento y no se hace más fácil hacer negocios en el país.

Precisamente, la encuesta del BCR revela que los analistas y entidades financieras prevén un avance casi inexistente para este año (entre 0,1% y 0,3%) y un bajo crecimiento para el 2024 (entre 2% y 2,4%).

Los motivos también son revelados por el sondeo, que muestra que las empresas consideran que factores como la inestabilidad política, los conflictos sociales y la dificultad para tramitar servicios con el Estado son los que más limitan su crecimiento en el corto y el mediano plazo. Si no encontramos la forma de resolver esas trabas lo más pronto posible, no habrá ‘shock’ que valga y el 2024 también será un año para el olvido.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura