José Carlos Requena

La reciente encuesta de para América Televisión, divulgada la noche del domingo 12 de junio, trae información relevante que pone en cuestión la expectativa de muchos formadores de opinión (un final inminente de la presidencia de ), y también evidencia una situación que trasciende el pernicioso liderazgo que el país actualmente padece.

En primer término, el jefe del Estado parece haber estabilizado su nivel de aprobación (23%, frente a 22% el mes previo). Considerando sus primeros 11 meses en el cargo (a cumplirse a fin de mes), y sin tener en cuenta eventuales revelaciones que puedan impactarlo, Castillo parece haber llegado a su piso. Difícilmente su severo desgaste lo haga llegar a cifras de un dígito, a pesar de su errática gestión y de los creciente indicios de corrupción en su administración, que llegan a su entorno muy cercano. Esta estabilidad parece sustentarse en consolidación de bastiones, que se muestran inmunes a todo lo que se sabe hoy del mandatario.

Geográficamente, su aprobación es significativamente mayor en el interior rural (36%) y en el sur (37%). En cuanto a nivel socio económico, la aprobación en el sector E (32%) triplica a la del reducido sector A (10%).

Fuera de las diferencias geográficas o sociales, es importante identificar un tercio que parece moverse entre la resignación y el cinismo, o quizás se sienta refugiado en un curioso sentido de civismo democrático: el 36% de encuestados que cree que Castillo debe concluir su mandato en el 2026. No importan las revelaciones que sobre su gestión o antecedentes se den.

El porcentaje no es menor y quizás tenga su base en el duro bloque que se opone a la vacancia (un 30% en mayo de este año frente a un 29% en setiembre del 2021), concebido como una válvula de escape precisamente para este tipo de situaciones.

Así pues, y a pesar de estar frente a un gobierno desgastado y arrinconado por las serias denuncias de corrupción, el final no parece inminente, al menos en lo que a opinión pública se refiere.

El otro dato revelador que trae América TV-Ipsos es la voluntaria renuncia al conocimiento: la vocación por el vacío. Curiosamente, se da una complementariedad entre el desconocimiento y la demanda de cambios. Ello se ve particularmente claro en las interrogantes sobre los cambios a la Constitución. En el interior del país es donde la mayoría de encuestados manifiesta mayor desconocimiento (34%, 13 puntos porcentuales más que en la capital). Es también en las regiones donde la demanda por un cambio a través de una asamblea constituyente se exige con mayor decisión: 33%, 11 puntos más que en Lima.

El dato es coherente con el aparente hartazgo y con el escepticismo ante lo que puede plantear un eventual final anticipado del gobierno de Castillo, graficado en la indagación sobre las marchas. En total, y si bien no se presentan datos desagregados, cerca de siete de cada diez encuestados se encuentra en este grupo signado por la vacuidad: 35% que manifiesta no creer en que algo cambie con la remoción del actual mandatario y 34% que abiertamente dice que “cada uno vive su vida”. La medición tendría que guardar cierta periodicidad para medir la evolución, pero no deja de ser desalentadora.

Mientras el país se sigue regodeando en el mérito de tener la mejor hinchada del mundo, sigue careciendo de una ciudadanía que se involucre decididamente en los asuntos públicos y prefiere mantenerse ajeno o distante a ellos. La mayoría parece no inmutarse ante lo que rechaza. No extraña, por ello, que las enredadas peroratas presidenciales –un dechado de lugares comunes y palabras huecas– parezcan no tener final cercano. El vacío argumental se enfrenta al vacío político.

José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público