José Carlos Requena

Las recientes informaciones sobre el vuelo que trasladó a la al partido de repechaje en Doha, hace algunas semanas, han poblado las secciones y espacios deportivos de los distintos medios de comunicación. La controversia se ha centrado en el ámbito deportivo dirigencial.

Pero el tema no parece ser solamente deportivo. Más bien, habría que proyectar los incidentes a la política y en su conjunto y, seguramente, se encontrará una muestra representativa. La nota de Kike La Hoz (revista Sudor, 25/6/2022) contiene detallada información sobre el tema que ayuda en el esfuerzo.

Para empezar, como bien han señalado muchos de los entrevistados, los reflectores solo se ponen porque los resultados no acompañaron a la selección. De hecho, las dimensiones de la delegación no son muy distintas a las que correspondieron al repechaje triunfal de Rusia 2018. Los resultados, sin embargo, no son los mismos y es recién entonces que la indulgencia es reemplazada por la severidad.

Esto también se ve en la política y los asuntos sociales: se toleran comportamientos cuestionables porque aparentemente se alcanzan resultados que muchas veces son ficciones o la pura activación de expectativas. Un caso actual es la proliferación de los consejos de ministros descentralizados que dicen servir para acercar al Gobierno a la población.

En segundo término, la mirada cortesana muy instalada en la sociedad peruana admite la incorporación de séquitos, algo que parece haberse normalizado también en las delegaciones deportivas. Al entendible acompañamiento de familiares inmediatos, se ha sumado la participación de amigos o personajes cercanos, que parecen tener muy poco que ver con el funcionamiento del equipo: dueños de restaurantes, peluqueros y hasta un administrativo con un pomposo título diplomático.

La política no escapa a ello. El caso más célebre, hace algunos lustros, lo constituyó el llamado “parrandero” durante la gestión de Alejandro Toledo. Pero fuera del radar noticioso han transitado muchas delegaciones oficiales a las que no se ha puesto interés. Es útil que las delegaciones sean plurales. Pero muchas veces se han convertido en una devolución de favores, alejados de los motivos legítimos que tienen los viajes oficiales.

En tercer término, el relajo o la flexibilización de las regulaciones permite acudir a recursos que justifican acciones que resultan hasta risibles. En el grupo que acompañó a la selección a Doha, según documenta la nota de La Hoz, aparece el exfutbolista Juan Carlos La Rosa, denominado “embajador de la federación” por la dirigencia.

Si bien la Federación Peruana de Fútbol es una institución privada, el caso recuerda a los contratos que pululan en diversos ámbitos del quehacer público como devolución de favores. Las regulaciones seguramente se cumplen y se superan los filtros adminitrativos, pero la necesidad es siempre cuestionable. Un caso notorio y reciente fue el que involocró a ‘Richard Swing’, que transitó numerosas gestiones ministeriales arrastrando contratos de servicios.

Como se ve, el traslado de las decenas de personas que viajaron en el avión fletado por la selección nacional terminó constituyendo un microcosmos de varias de las taras que arrastra la sociedad peruana: favoritismos, relajo en las regulaciones, comportamiento cortesano. Si la barra se asemeja al electorado (aunque masivo y fiel, distinto al desafecto votante promedio), el desempeño de un sector de dirigentes y futbolistas tiene muchas similitudes con el que muestran algunos políticos o líderes que se alienan de las necesidades y expectativas reales de la población para centrarse en agendas subalternas. El Perú está reflejado en un avión.

José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público