"Cuanto más estricto es el control, más ineficiente se vuelve el funcionamiento del mercado y más perversas son las consecuencias". (VIDEO)
"Cuanto más estricto es el control, más ineficiente se vuelve el funcionamiento del mercado y más perversas son las consecuencias". (VIDEO)
Iván Alonso

Una de las mejores cosas de los últimos 25 años es que el Perú desarrolló una suerte de inmunidad de grupo a la idea del . Son incontables las iniciativas políticas que naufragaron ante una reacción casi instintiva de la gente, que decía: “No se puede controlar precios”. Ha sido, en opinión de este economista, tan o más importante para la prosperidad de este país que la estabilidad macroeconómica. En las crisis, sin embargo, el virus muta, nuestras defensas bajan y corremos el riesgo de infectarnos.

Es absolutamente comprensible que, en medio de una pandemia que no cesa y una cuarentena que ha diezmado los ingresos familiares, se plantee controlar los precios, especialmente los de las medicinas. Miles de personas están viviendo un drama. Justo cuando más las necesitan y menos poder adquisitivo tienen, se dan con que los precios han subido. Parece insensible intentar siquiera explicar que la subida obedece a las leyes de la economía: un aumento de la demanda, ya sea por la pandemia o por cualquier otra razón, causa inexorablemente una subida de los precios. Pero esa subida sirve a un propósito; un propósito quizás ciego, como la justicia, pero no insensible. La subida del precio causa, a su vez, un aumento de la oferta. Al final, hay una mayor cantidad de medicinas disponibles en hospitales y farmacias para que más pacientes reciban el tratamiento debido.

Así es como funciona el mercado. El mercado no es más que una metáfora sobre el desplazamiento de los recursos económicos, que hoy se dedican a producir una cosa y mañana otra, según cambien las necesidades de la gente. Esos desplazamientos ocurren todo el tiempo, motivados por un poderoso incentivo económico: la posibilidad de obtener mayores ingresos. Si, de pronto, la gente demanda más medicinas, el aumento de sus precios atrae más recursos –más personal, más dólares, más camionetas– a la producción, importación y distribución de medicinas. Los atrae por la sencilla razón de que la venta de medicinas se ha tornado más rentable.

El control de precios interfiere con el funcionamiento del mercado. Rara vez logra paralizarlo, pero inevitablemente le resta eficiencia. Activa, como quien dice, un sistema de emergencia. Si no se puede subir el precio abiertamente, se lo sube de una manera encubierta. Se condiciona la venta de un medicamento a la compra de algún otro producto, que usted se ve obligado a adquirir, aunque no lo necesite. O se lo vende solamente por delivery, y se cobra por separado el servicio de entrega y más caro que lo usual. O quizás se vende el medicamento al precio oficial, pero solo con receta médica; ya verá usted cómo aparece un consultorio a la vuelta de la farmacia donde se puede conseguir una receta sin sacar cita ni pasar examen.

Cuanto más estricto es el control, más ineficiente se vuelve el funcionamiento del mercado y más perversas son las consecuencias. Si no se puede subir el precio ni siquiera de una manera encubierta, el medicamento desaparece del mercado. O, mejor dicho, desaparece del mercado legal para reaparecer en el mercado negro. El vendedor tomará todas las precauciones posibles para no ser denunciado. Venderá solamente a los clientes de confianza o a los que lleguen bien recomendados. ¿De qué le sirve a usted saber que el precio está controlado cuando nadie le quiere vender?

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