Si a la derecha peruana le reprochamos su bochorno de identificarse como tal y la mezquindad de algunos de sus exponentes por conservar sus propias ganancias antes que el modelo económico, a la izquierda local se le puede imputar la ceguera selectiva que le impide ver la pobreza y los atropellos a los derechos humanos cuando aquellos son propinados por la mano de sus correligionarios. Una tozudez que trasluce el tipo de hecatombe que estarían dispuestos a tolerar y producir.
¿Y qué hay al centro?
PARA SUSCRIPTORES: El círculo de confianza de Julio Guzmán: ¿quiénes corren con el candidato del Partido Morado?
Esa debe ser la pregunta que se hacen millones de peruanos que no distinguen con claridad los polos de izquierda o derecha, o no les interesa. Según la última encuesta de Ipsos Perú, el 76% de peruanos no conocía o no precisaba el uso de los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’ en política.
Así las cosas, el repertorio de postulantes presidenciales parece estar compuesto mayoritariamente por ofertas “centristas”, pero imagino la cara de decepción del electorado al revisar la carta y pensar: ¿no habrá otro modelito?
Uno podría preguntarse, por ejemplo, qué piensa George Forsyth. ¿Hacia dónde quiere dirigir la política tributaria del país? ¿Qué puede hacer para reducir la informalidad laboral? ¿Qué instrumentos de gestión estima viables para alcanzar la universalización de la salud? ¿Cuál es su postura sobre los derechos que reclama la población LGTBI+? Todas estas son interrogantes serias, cuyas respuestas el exalcalde de La Victoria no encontrará “en las películas”, de donde parece extraer sus más avezadas iniciativas.
Para evitar que siga convirtiéndose en protagonista de memes, el director técnico de Victoria Nacional ha decidido “guardar” al exarquero hasta el segundo tiempo y utilizarlo de lauchero.
Una variante de la indeterminación exhibe la agrupación liderada por Julio Guzmán. Desperdiciaron raudamente el caudal político que les valía ser el único partido que se opuso decididamente a la irresponsable vacancia presidencial en noviembre del año pasado. De un año a otro, sin embargo, el Partido Morado pasó a tener alrededor del 5% de las preferencias electorales y pelear la baja. Bien podría rebautizarse “Fondo Blanquiazul”. A estas alturas, sus dirigentes ya deben haberse dado cuenta de que con sus nuevos “jales” podrían disputar el mundialito de Twitter, pero que el Perú no vive en esa burbuja. Y que esa cantaleta de que el gobierno de Francisco Sagasti no es morado solo sirve para diagnosticarles daltonismo.
Una tragedia de los anticomunes se vive en la cocina morada, donde tantos cocineros añadieron demasiados ingredientes al sancochado, que uno ya no sabe a qué sabe. El platillo morado es, finalmente, un poco de todo; una forma elegante de decir que es bastante de nada.
Peor aún deben sentirse las alternativas que transitan por la frontera de los “otros”. Es el caso de César Acuña de Alianza para el Progreso, quien repite la receta de meter un montón de reciclados, del humalismo, toledismo y la farándula. Algo parecido a Victoria Nacional y el Partido Morado, pero con las sobras de anteayer. Y de Daniel Salaverry de Somos Perú, cuya principal carta parece ser el comodín. Y no nos referimos únicamente a sus proclamas antifujimoristas pese a su reciente pasado fujimorista, sino también a la cabeza de su lista congresal, Martín Vizcarra, quien como candidato contradice prácticamente todo lo que pregonaba cuando era mandatario.
En fin, aunque variopinto, el centro peruano parece ser un poema a la indefinición. Una “cualidad” que solo hace atractivas a las ofertas más extremistas, y que los condena a la maldición del centro de mesa: todos te notan, pero también saben que estás de adorno.
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