Alfredo Thorne
Alfredo Thorne
Enzo Defilippi

Independientemente de lo que creamos que ocurrió durante su reunión con el contralor y de cuán justo ha sido el desenlace, lo cierto es que tiene las horas contadas al frente del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Ahora toca preocuparnos por que se nombre un sucesor con el perfil correcto y que comprenda cabalmente la magnitud de la tarea que va a asumir: reactivar una economía en problemas.

El problema principal de la política económica actual es que no convence a nadie. Desde el inicio, su manejo ha estado caracterizado por una mala lectura de la situación (lo que llevó a un sobreajuste fiscal y a la inexplicable modificación de la regla fiscal), reformas que nadie espera que generen efectos tangibles (o que inclusive irían en la dirección opuesta a la buscada, como la tributaria o invierte.pe); y una falta de voluntad para discutir las reformas que los especialistas coinciden en señalar como urgentes (laboral y descentralización). Todo esto, sumado a los múltiples errores políticos y al continuo enfrentamiento con el Congreso, ha dilapidado los principales activos con los que contaba el gobierno el 28 de julio pasado: aceleración económica y expectativas al alza.

El MEF no es un ministerio más, por lo que el presidente no debería reemplazar al ministro Thorne por otro que ya ocupa una cartera o por un congresista de su bancada, como lo hizo en el Produce. No. Lo que el gabinete requiere, pero sobre todo el MEF, son nuevos aires.

Hoy, con una regla fiscal y proyecciones oficiales de crecimiento y recaudación que nadie cree, lo único que mantiene la calificación crediticia del Perú es una tasa de crecimiento mayor que la de nuestros vecinos y la credibilidad heredada de 25 años de manejo responsable de la economía. Fortalezas que, lamentablemente, han venido siendo consumidas aceleradamente durante los últimos once meses. Nadie que hoy forme parte del gobierno podrá generar suficiente confianza para revertir la situación.

El nuevo ministro de Economía deberá contar con credibilidad internacional, experiencia en gestión pública y capacidad para explicar contundentemente cómo se seguirá generando crecimiento económico con responsabilidad fiscal. Asimismo, en franco contraste con la situación actual, deberá meterse en los temas, impulsar una agenda seria de reformas y, como señalé en una columna anterior, saber escuchar a los expertos.

No menos importante, debe estar empoderado para revertir los graves errores cometidos por el gobierno: una reforma tributaria que reduce la recaudación, el archivamiento de la diversificación productiva sin contar con una propuesta alternativa, la creación de un invierte.pe que filtra menos que el SNIP, entre otros.

Al mismo tiempo, el nuevo ministro tendrá que ser capaz de defender sus fueros ante decisiones antitécnicas (como el aumento del ‘drawback’), promovidas por intereses particulares, o por una miope visión sobre lo que le conviene al país (la adenda del aeropuerto de Chinchero). Ello requiere de una persona de carácter firme y con permanente vocación de renuncia. Nadie de la actual administración tiene ese perfil.

Lo que necesita el país es un ministro de Economía que saque al gobierno de su zona de confort. Pero no hay otra. Sería de locos esperar resultados diferentes si se sigue haciendo lo mismo.