Ian Vásquez

Como candidato presidencial en el 2020, el presidente estadounidense declaró que, si llegaba a la Casa Blanca, no construiría “ni un pie más del muro” que levantó en partes de la frontera con México. La semana pasada, el presidente Biden anunció que edificará 20 millas más del muro.

El anuncio muestra cómo el sentimiento antiinmigrante ha calado en ambos partidos políticos estadounidenses. De hecho, la semana pasada el gobierno también aprovechó para anunciar que empezará a deportar a venezolanos de Estados Unidos.

Esos sentimientos reflejan la manera cada vez más negativa en que la política estadounidense ve la globalización. Biden, después de todo, ha mantenido muchas de las medidas proteccionistas que impuso Trump, a pesar de haberlas criticado en su momento.

Pero, a diferencia de la creciente internacionalización del comercio y la inversión que ha experimentado EE.UU. en las últimas décadas, no ha habido una mayor apertura respecto del movimiento de personas. Los críticos de la inmigración declaran que las fronteras de EE.UU. están abiertas. En realidad, tal y como lo documenta el experto David Bier, es imposible para casi cualquier inmigrante que pretende ir a EE.UU. y vivir permanentemente allí hacerlo de manera legal.

El hecho de que las vías legales de inmigración hacia Estados Unidos están bastante cerradas comparado con otros países desarrollados contribuye al caos migratorio en la frontera con México. Y el hecho de que unos 11 millones de inmigrantes no documentados viven en EE.UU. es una muestra innegable de la brecha enorme entre la realidad económica de EE.UU. y sus políticas migratorias. Claramente, hay una demanda enorme por parte de los ciudadanos y de las empresas estadounidenses de mano de obra de inmigrantes que la ley no reconoce.

Desde principios de los 90, Estados Unidos no ha reformado su sistema migratorio. En ese período, tanto el número absoluto de inmigrantes como el porcentaje de inmigrantes mundiales que van a EE.UU. han caído. Sobre una base per cápita, la población de EE.UU. nacida en el extranjero ranquea en la posición 213 en el mundo. Tomando en cuenta los 47 países con un ingreso per cápita de por lo menos US$35.000, se encuentra en el tercio bajo de la lista.

Hoy, la cantidad anual de inmigrantes que recibe la residencia permanente legal representa solo un 0,3% de la población. En el siglo XIX y a principios del siglo pasado, era común que esa cifra sobrepase el 1%. Las otras avenidas también se han achicado o, por lo menos, no se han mantenido a la altura del crecimiento estadounidense. Por ejemplo, las cuotas para trabajadores temporales extranjeros son muy bajas y se llenan inmediatamente. La cantidad de visas que EE.UU. otorga a través de su lotería se han reducido en un 90% desde 1995.

¿Incrementar las oportunidades de inmigrar a Estados Unidos de manera legal sería suficiente para reducir el caos migratorio al que está respondiendo Biden y el sistema político estadounidense? Según Bier, la data desde 1949 muestra que hay una relación entre la legalización y la inmigración ilegal. Durante los años en que EE.UU. legalizó el trabajo de mexicanos en el sector agrícola, su inmigración ilegal cayó, y viceversa.

Una mayor liberalización migratoria estadounidense no resolverá los problemas que dieron origen a los grandes movimientos de personas desde Venezuela, Centroamérica y demás países que están llegando a niveles récord ahora. Pero contribuiría de manera importante a poner orden en la frontera y en ambos lados de ella.

Ian Vásquez Instituto Cato