Mabel Huertas

Hay cierta ironía en el nombre de la campaña lanzada la semana pasada por el Gobierno para enfrentar los estragos del. Con ánimos de mostrar un trabajo articulado,, el primer ministro y su Gabinete anunciaron –frente a la prensa– la ejecución de S/1.446 millones para intervenciones preventivas en siete regiones del país. La campaña ha sido bautizada #33MillonesUnidos.

Hace seis años, frente a la misma adversidad, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski lanzaba una campaña similar bajo el nombre #UnaSolaFuerza. Además de los esfuerzos sectoriales, destacó el manejo comunicacional de la crisis que tuvo como eje las alianzas interinstitucionales con medios de comunicación, operadores de telefonía y el sector empresarial. Las redes sociales y el canal estatal fueron los medios para difundir los mensajes de gobierno, comunicar las acciones y dar cierta tranquilidad. Hasta se preparó una canción que sería el himno de la campaña, en cuyo videoclip aparecieron actores, ministros y políticos de diferentes trincheras, como Jorge del Castillo, Kenji Fujimori y Richard Acuña.

En ese entonces, las encuestadoras reportaban que la población percibía que el Gobierno había actuado con energía frente al fenómeno de El Niño. La acción enmarcada en una comunicación coherente tuvo un impacto positivo puesto que, de un mes a otro, el presidente subió 11 puntos en su popularidad, del 32% en marzo al 43% en abril, según Ipsos, y su liderazgo se acentuó.

De vuelta al presente, aunque es el mismo fenómeno natural, las coyunturas distan mucho de parecerse. El gobierno de Boluarte confía en que el diluvio nos unirá con un ‘hashtag’ bajo el brazo y que ante la emergencia se revertirá su baja popularidad. Pero la comunicación no solo es forma, ni una idea curiosa de algún publicista; también es fondo. Dicho de otra manera, no es un papel de regalo que envuelve las inconsistencias que la misma presidenta se ha encargado de evidenciar.

Y aquí viene la triste ironía. No se puede hablar de #33MillonesUnidos cuando Boluarte nos ha desunido –dijo que “Puno no es el Perú”– o cuando señala a quienes no la quieren sentada en Palacio de Gobierno como enemigos de la democracia, teniendo en cuenta que, a fines de mayo, un 82% de peruanos estaba a favor del adelanto de elecciones (IEP). No se puede hablar de unidad cuando de manera tan lamentable pregunta “¿cuántas muertes más quieren?”, mientras más de 40 aún siguen en investigación. No se puede hablar de unidad cuando se etiqueta a todo el que se moviliza en marchas de “terrorista” o “violentista”.

El lema #33MillonesUnidos queda grande para momentos de tanta crispación, pero sobre todo para un liderazgo tan precario. Solo el 22% de los peruanos piensa que realmente Boluarte está a cargo del gobierno frente a un sólido 52% que piensa que es el Congreso quien está al mando. Habrá que esperar la actuación de sus ministros para ver si finalmente el fondo satisface a la forma.

Esto no quiere decir que los peruanos no seamos solidarios y que no podamos hallar unidad en tiempos de desgracia, pero se necesitan otros liderazgos, ligeros de pasivos políticos. Ante la ausencia de ellos, el sector privado, una vez más, está llamado a remangarse la camisa y enlodarse los zapatos para tender puentes y articular con los diferentes niveles del Estado, activar su gran logística en regiones, amplificar su política social y darle un sentido de propósito a sus diferentes gremios y organizaciones, y pensar en ese futuro que otros políticos no tienen.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es socia de 50+1, grupo de análisis político

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