Ha sido penosa la imagen de la presidenta Dina Boluarte siendo zarandeada por otras dos mujeres en su visita a Ayacucho. En el video captado desde varios ángulos se observa el rostro desconcertado de la presidenta, con la sonrisa congelada, sin dar crédito a lo que sucedía.
Ha sido vergonzoso ver como el cordón de seguridad que debe proteger a la jefa del Estado era vulnerado fácilmente, como si la inseguridad fuese un hecho trivial en nuestro país, el crimen organizado no estuviera en la agenda continental y el centro y sur del país –más aún Ayacucho y Puno– no tuvieran recuerdos de lo que pasó hace un año. Por eso mismo, ha sido doloroso conocer quiénes y por qué atacaron a la presidenta. Ruth Bárcena, viuda de Luis Hancco, quien murió en las protestas de diciembre del 2022, e Ilaria Ayme, cuyo hijo de 15 años, Cristopher Ramos, fue asesinado en los mismos eventos.
Pero si la idea de visitar Ayacucho fue una torpeza política, más aún lo ha sido la respuesta. La destitución del comandante general de la policía, Jorge Angulo, quien ocupaba el cargo desde hace menos de un año, ha sido calificada como un nuevo manoseo a la institución y una ilegalidad, puesto que una ley, precisamente aprobada para evitar los caprichos del expresidente Pedro Castillo, protegía la designación por dos años. Estos cambios generan aún más dudas sobre las capacidades del ministro del Interior y las pugnas de poder alrededor.
Víctor Torres es el cuarto ministro del sector en los 13 meses de gobierno. La censura de Vicente Romero por parte del Congreso de la República, en noviembre del año pasado, permitió que asumiera el cargo. Es cierto que un cambio apenas a dos meses de su designación no solo generaría aún más caos en la cartera, sino que también confirmaría la incapacidad del Gobierno para atacar uno de sus puntos más débiles: la inseguridad ciudadana. Quizás el primer ministro Alberto Otárola –quien se ha vuelto un pasivo para la precaria líder– aún no quiera aceptar la derrota.
Esta probablemente sea una de las peores semanas para la presidenta y su Gabinete tembleque. El fiasco de Petro-Perú y las acrobacias que desde el Ejecutivo se realizan para rescatarlo, el bajo capital de Alex Contreras a la cabeza del Ministerio de Economía y Finanzas, los gritos de la ministra Ana María Choquehuanca pidiendo –en audio publicado– desviar la puntería de un dirigente gremial hacia otro ministerio, sumado al escándalo institucional de la policía, dan razones de fuerza para un cambio ministerial. Ese sería un buen intento de menguar el impacto de la escena en la que la presidenta, débil e irrespetada, es zarandeada como si se tratara de pelea callejera.