Alejandra Costa

Si hay un caso que evidencia lo difícil que es invertir en el Perú, es la . Desde hace, por lo menos, 15 años venimos escuchando a la mayoría de los mandatarios prometer una y otra vez que, ahora sí, se instalarán plantas petroquímicas en el sur del país.

La historia de esta industria ha estado atada, como es natural, a la del . Una inversión de esta dimensión solo puede hacerse rentable si se desarrollan en la costa del sur industrias que demanden el suficiente gas natural para justificar los miles de millones de dólares –US$4.500 millones, según los últimos cálculos– que se requieren para tender un ducto que transporte el gas desde Camisea.

La petroquímica, en particular, hace sentido en el Perú porque nos permitiría utilizar el gas natural, insumo que aún no hemos aprovechado en toda su capacidad, para producir químicos usados en la fabricación de explosivos para la minería y fertilizantes para la agricultura, ambos sectores estratégicos para la economía peruana.

A fines del 2007, Alan García promulgó la Ley de Promoción para el Desarrollo de una Industria Petroquímica y desde entonces se han enfrentado a la burocracia peruana una lista de compañías que intentaron, sin éxito, instalar este tipo de plantas, como la brasileña Braskem y la australiana Orica.

La historia desde entonces ha sido bastante accidentada y, en la actualidad, el Gasoducto Sur Peruano está paralizado. El expresidente Ollanta Humala, que también usó la petroquímica como caballito de batalla, está siendo procesado por la licitación en la que resultó elegido el consorcio liderado por Odebrecht y llevamos años esperando que se convoque una nueva licitación para elegir a la empresa que desarrollará este ducto, ahora denominado SIT Gas.

¿La enésima vez será la vencida? Así parece creerlo la presidenta Dina Boluarte, que anunció que “haremos realidad el sueño de una petroquímica con inversión privada en el sur de nuestro país”.

Más detalles ha dado el ministro de Energía y Minas, Óscar Vera, quien dijo que esperan que se desarrolle la petroquímica tanto en San Juan de Marcona (Ica), utilizando el ducto que busca desarrollar Contugas, y que para fin de año licitarán la continuación del ducto SIT Gas para poder desarrollar la petroquímica en otras regiones del sur como Arequipa y Moquegua.

El tema aquí es que entre la petroquímica y el gasoducto se da una relación similar a la del huevo y la gallina: se requiere asegurar la demanda de la petroquímica para hacer viable la construcción de un ducto y es indispensable que se desarrolle el transporte del gas para que se puedan construir las plantas.

El Gobierno, entonces, se ha asegurado el doble reto de hacer malabares para que se concrete, ahora sí, el interés de los inversionistas privados en esta industria y se logre desarrollar el SIT Gas, pese a las debilidades que ha demostrado, una y otra vez, nuestro aparato estatal para que se ejecuten grandes obras de infraestructura.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura