Me opongo al silencio avergonzado y cómplice que esconde el problema en lugar de abordarlo de frente.
Me opongo al silencio avergonzado y cómplice que esconde el problema en lugar de abordarlo de frente.
Andrés Calderón

Me incomoda el título de esta columna. Como también me disgustan los penosos pero ya tradicionales encabezados de noticias del tipo “Venezolanos asaltan una tienda” pues asocian una conducta nociva o delincuencial con una característica inherente de un grupo de personas, como si tuvieran alguna conexión. Pero creo que hasta lo desagradable enseña.

Las declaraciones del congresista son incómodas y discriminatorias. Las reproduzco para que no se me acuse de tergiversación: “El presidente no es un político. Es un ex gobernador regional de una región muy pequeña […]. Y de pronto dije: ‘Oye, necesitamos un provinciano en la plancha. Hay demasiados blancos en la plancha. Estaba Meche Araoz, estaba Kuczynski. Entonces, pongamos a Vizcarra’ y terminó como presidente […]. No es un político tradicional. Él no sabe ni entiende cómo funciona el Congreso”. Son discriminatorias no solo (o no tanto) por describir rasgos personales del presidente Vizcarra (raza y procedencia geográfica), sino por proferirlas en un contexto de menosprecio hacia dicha persona.

No todo el mundo lo ha entendido así, y hasta un segundo debate ha surgido que me interesa abordar: ¿Debió expresarse públicamente así?

Por un lado tenemos a Madeleine Osterling (abogada y ex candidata del fujimorismo a una alcaldía municipal), quien en un tuit –que luego borró– afirmó al respecto que “hay ciertos pensamientos que deben conservarse en el ámbito privado”, como si el error hubiera estado solamente en la exposición pública del razonamiento. En oposición, el periodista Víctor Hurtado Oviedo argumentó en “La República” que lo manifestado por Bruce fue solamente descriptivo, y que “en vez de ser racista, Bruce es antirracista: una persona favorable a la presencia de no-blancos (“cholos”, digamos) en los cargos de poder”.

Aunque no coincido con Osterling ni con Oviedo, sí encuentro algo positivo en conocer sus ideas, y hasta en el candor transgresor de Bruce. A riesgo de exponerme a más críticas, seré más enfático: la exteriorización de pensamientos ofensivos y discriminatorios es socialmente útil. En sentido inverso: es muy peligroso para una sociedad dormir cómodamente arropada mientras en sus sueños florecen pensamientos racistas.

Si Bruce fue sincero, el ex presidente Kuczynski y la vicepresidenta Araoz compartían esa visión en la que un provinciano representaba apenas una cuota de maquillaje. ¿Es posible que en el año 2016 o el 2019 nuestros más altos representantes piensen de esa forma? Peor aun, ¿éramos conscientes de ello? ¿Estamos haciendo algo para cambiarlo?

No celebro ni por asomo las revelaciones de Bruce pero prefiero que sean expresiones abiertas a pensamientos soterrados. Aunque ofendan. Es más fácil combatir la si se discute abiertamente.

Reconozco que es más fácil hablar sobre expresiones discriminatorias desde un lugar distinto del de la víctima, aunque en mi vida he recibido también mi dosis de ofensas verbales y raciales. Las víctimas están ahí, lamentablemente. Pero creo que es peor barrer bajo la alfombra el discurso discriminador mediante sanciones legales, como algunos proponen. No me opongo, por otro lado, a la sanción y reproche social. Me opongo al silencio avergonzado y cómplice que esconde el problema en lugar de abordarlo de frente.

PD: No he tocado aquí el discurso de odio o ‘hate speech’. Este es más grave e intenso que una expresión discriminatoria per se –aunque algunos defensores de la teoría crítica racial (Matsuda, 1993) sostienen que cualquier expresión discriminatoria es, en sí misma, de odio–. El tema da para una discusión (y columna) adicional.