José Carlos Requena

Al haberse cumplido 15 días desde que asumiera la Presidencia de la República, parece estarse asentando. No es poca cosa si consideramos que hace solo unos días se dudaba de su perdurabilidad cuando enfrentaba duros momentos debido a las pérdidas humanas que ocasionaron la protesta social, los actos de vandalismo y la acción represiva del Estado, sin contar con las deserciones de dos integrantes de su primer gabinete.

Tras un inicio dubitativo y unas primeras señales erráticas –como el incomprensible nombramiento de Pedro Angulo al frente de la –, la presidenta dio una larga conferencia de prensa el sábado 17 y tres entrevistas al día siguiente en las que mostró un giro de timón que, al menos por ahora, le garantiza cierta estabilidad. No es un dato menor si se ve el panorama de ubicuo caos que se vivió en los primeros días de su gobierno.

Han sido determinantes en esta momentánea (aunque aún tensa) calma al menos tres factores. En primer término, el control de la protesta, en medio de un estado de emergencia que ha sido tolerado de manera casi unánime. Habrá que ver el rumbo que toman las investigaciones sobre las lamentables muertes ocasionadas al sofocar la convulsión o el accionar de grupos interesados en sembrar el caos. Pero el hecho objetivo es que la convivencia pacífica parece estar camino de restablecerse.

En segundo lugar, la corrección en el nombramiento del jefe del Gabinete le da un nuevo aire a su presidencia, que presentaba un serio flanco por el ocupante de PCM. Su reemplazo, Alberto Otárola, debería dotar al premierato de un peso del que carecía, además de una vocería articulada y una voluntad para tender puentes con las distintas fuerzas políticas y organizaciones de la sociedad civil, un elemento clave cuando uno de los ejes de la transición es la organización de comicios anticipados.

Finalmente, la aprobación de la primera votación del proyecto de ley de adelanto de elecciones para abril del 2024 parece haber desinflado momentáneamente una de las principales presiones de la protesta. Es un paso importante porque el fracaso de la votación del viernes 16 hizo pensar que no se avanzaría hacia los comicios anticipados, lo que podría haber originado una presión social adicional.

Aunque a lo largo del debate se porfió por agendas maximalistas –que seguramente regresarán en breve, como la asamblea constituyente, la remoción de las cabezas de los organismos electorales y los comicios en cuatro meses–, al final el cauce regresó por lo que parece la salida más sensata: elecciones anticipadas en un plazo razonable con la aspiración de lograr reformas puntuales.

Pero frente a los aspectos que podrían transmitir cierta estabilidad, Boluarte tendrá que lidiar con las resistencias que genera en un amplio sector de la población. Solo el 21% aprueba su breve gestión, según el primer sondeo de América TV-Ipsos, con picos de rechazo en el sur (90%), el bloque regional donde se ubica su natal Chalhuanca, en Apurímac. Boluarte es la presidenta que tiene un inicio más resistido: incluso su impopular predecesor, Pedro Castillo, tenía varios puntos porcentuales más que ella (38%).

Dado el pasado reciente, jaloneado de idas y venidas y preñado de precariedades, es temprano para garantizar que, siguiendo lo aprobado el martes, los comicios tendrán lugar en abril del 2024; también lo es para confirmar que Boluarte será la que entregue el cargo en julio del mismo año. Pero se pueden dar pasos decididos y seguros en esa dirección si se persiste en dar giros cuando son necesarios.

La oferta que traerá la campaña electoral es otro cantar. Y de ello se irá sabiendo conforme se vayan confirmando los hitos y características de los comicios que deberían confirmarse en unos meses.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público