La reciente encuesta del IEP publicada por “La República” el 26 de marzo confirma el inmovilismo del actual momento político, graficado en la permanencia en el punto más bajo de la popularidad de la presidenta de la República, Dina Boluarte, y del Congreso de la República en su conjunto (15% y 6%, respectivamente, igual que el mes pasado).
Por ello, la novedad debe hallarse en las preguntas que tienen que ver con el interés en la política y en la identificación ideológica, puntos que serán vitales cuando se den los comicios para suceder a Boluarte y al actual liderazgo político. Un plazo que, dicho sea de paso, parece cada vez más lejano.
Sobre el interés en la política, se nota un significativo incremento en la apatía, representado por aquellos a los que este campo les interesa poco o nada (58% en conjunto). La cifra es 10 puntos porcentuales mayor que la de marzo del 2022, cuando el país era gobernado por Pedro Castillo y el gobierno enfrentaba un severo desgaste por la crisis económica y los crecientes escándalos de corrupción y malos manejos.
Solo en términos numéricos, la situación actual se asemeja más al 2021, cuando el 62% de los encuestados reportaba poco o nulo interés en la política. Es llamativo que dicha cifra (la del 2021) se haya dado en medio de un proceso electoral, aunque este desinterés puede haber causado un resultado como el que se tuvo en dichos comicios, cuando los dos candidatos con mayores resistencias pasaron a la segunda vuelta. Además, el sistema político en su conjunto había empezado ya el actual proceso de deterioro.
Escarbando algo más en el momento actual, deben notarse los picos de desinterés en la política: el Perú rural (72%; esto es, 14 puntos porcentuales más que el promedio nacional) y los niveles socioeconómicos más bajos (D/E, 65%). ¿Tendrá alguna relación con el alto respaldo que recibía el gobierno anterior precisamente en estos bolsones?
En cuanto a la identificación ideológica, y con las salvedades de lo relativas que pueden resultar las percepciones, también se han dado movimientos relevantes. Entre marzo del 2021 y marzo del 2023, izquierda y derecha pasan por un sube y baja, mientras que el centro se mantiene algo ligeramente superior a un tercio (37%).
La izquierda, en cambio, pasa del 37% en el 2021 a experimentar un severo deterioro al año siguiente (24%). En las cifras actuales, se da una recuperación importante (31%), aunque no al nivel del año electoral. Identificación, sin embargo, no siempre se traduce en votación. De hecho, en el 2021 los dos candidatos claramente de izquierda (Castillo y Verónika Mendoza) no superaron en conjunto el 17% del electorado.
La derecha, en tanto, pasa del 26% en marzo del 2021 al 39% un año después, un incremento probablemente basado en la constatación de lo que era un gobierno de izquierda, real o percibido, pero con una retórica y actores indudablemente correspondientes a esta vertiente. En el 2023, las cifras para la derecha parecen sincerarse y se estacionan en torno al tercio (31%), algo que parece más realista.
En el momento actual, la izquierda tiene picos en regiones y niveles socioeconómicos tradicionalmente menos integrados a la dinámica económica (sur y oriente, con 35% y 36%, respectivamente; y D/E, con 36%). La derecha es casi lo contrario: 39% en A/B y 38% en el norte.
¿Cómo contrastar estas cifras con el presente político? La aprobación de Boluarte no varía en cuanto al interés por la política. Pero la identificación ideológica sí parece tener un impacto: su aprobación baja en la izquierda (9%) y sube en la derecha (22%). Diestra o siniestra, Boluarte aparece hoy involuntariamente representando aquello contra lo parecía querer luchar: la derecha.