Alejandra Costa

Esta semana es difícil no reaccionar frente al torbellino que ha generado en España el beso no consentido del presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), , a , una de las jugadoras más destacadas del equipo campeón del Mundial Femenino 2023.

Pese a que en nuestras latitudes el fútbol es considerado casi un templo de la masculinidad, los ratings globales de esta copa muestran que, felizmente, estamos empezando a dejar atrás estereotipos sobre quién puede o no jugar bien al fútbol y sobre qué torneos vale la pena o no ver.

Lamentablemente, este triunfo de las mujeres futbolistas ha sido eclipsado por el gesto de Rubiales durante la entrega de trofeos, pero, más aún, por su reacción y los aplausos con los que los miembros de la RFEF han festejado ayer su rotundo “No voy a dimitir”, en una asamblea extraordinaria en la que se esperaba su renuncia. Hay que decir que la audiencia era casi exclusivamente masculina, pues solo seis de los 140 miembros de la RFEF son mujeres.

No ha importado que Jenni Hermoso haya dicho ayer: “Me sentí vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento de mi parte”. Tampoco les ha movido un pelo que Hermoso haya confirmado que la RFEF falsamente le atribuyó una cita textual en un comunicado que calificaba el beso como un “gesto mutuo totalmente espontáneo”, con palabras similares a las usadas por Rubiales ayer para justificarlo como “espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”.

El aplauso de los dirigentes de la RFEF ayer es un recordatorio de que para muchos no importa cuánto las mujeres nos esforcemos por conseguir logros en ‘la cancha’, un hombre puede sentir que tiene el derecho de imponernos públicamente su ‘euforia’ y ‘espontaneidad’ sin importar si estamos de acuerdo o no.

Como muchas mujeres, esta semana he pensado en las veces en que he tenido que minimizar mi incomodidad, achicar mi enojo y callar mi indignación para no poner en riesgo mi trabajo cuando alguien con más poder que yo me ha besado en la frente en la oficina o me ha dado a entender que espera que un viaje de trabajo se convierta en algo más.

Ese silencio del pasado hace que me emocione la reacción de las campeonas del mundo que han dicho #SeAcabó y han anunciado que no volverán a jugar por España mientras Rubiales permanezca en el cargo.

Hasta ahora, el machismo en la RFEF tiene ventaja en el marcador, pero la reputación de la organización está por los suelos y, seguramente, Rubiales no tendrá más remedio que renunciar en un futuro cercano en medio de acciones legales del Gobierno Español.

¿Qué podemos aprender de este caso? La lección es que debemos esforzarnos por que las organizaciones que lideramos sean verdaderamente un espacio seguro para las mujeres y donde tengamos la suficiente presencia en espacios de poder para que las quejas femeninas se escuchen más que los solidarios aplausos machistas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura