Todavía no se acaba el verano y tiene usted tiempo, amable lector, de dedicarse a la producción de marcianos de pura fruta. Para venderlos en las bodegas, sin embargo, necesitará obtener un registro sanitario. Difícil, porque usted tiene planeado elaborarlos con agua de acequia y usando frutas podridas que recogerá en el mercado de su barrio. Para que salgan baratitos, seguramente.
Difícil, pero no imposible. Para tramitar el registro, compre un helado de cualquier marca reputada y lávese bien las manos. Diluya el helado y métalo ahora en su bolsita de marciano y listo. Ya tiene el producto con la garantía de que no está contaminado. Llévelo a analizar a cualquier laboratorio acreditado, complete unos formularios y la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa) le entregará su registro sanitario válido por cinco años, previo pago de 380 soles. Ya puede volver a casa a producir sus marcianos como le dé la gana, incluso con la pila de su perro.
Qué ridículo, ¿no? Cuesta creer que aún sobreviva un trámite que básicamente no sirve para nada, excepto para sacarle plata a los empresarios. Todos los productos alimenticios, bebidas, vinos y licores tienen que obtener este número de registro para ser comercializados. Un proceso que no aporta ningún valor porque nada garantiza que el producto que se presenta para ser registrado es el mismo que usted va a elaborar. Y si lo fuera, nada garantiza que usted lo producirá en buenas condiciones sanitarias en el futuro.
¿Quiere registrar una bebida de color negro hecha con betún? Mande a analizar una Coca-Cola y presente esos resultados. ¿Una mayonesa que hará al por mayor usando baldes de pintura y aceite de motor? Compre una de buena marca, póngala en un pomo y preséntela al laboratorio. ¿Pimentón mezclado con ladrillo molido? Ya tiene la idea: compre 50 gramos del mejor pimentón ibérico y asunto resuelto.
Para darle un ropaje técnico a este sinsentido, Digesa le exige un montón de pruebas y análisis, copias de etiquetas y listas de ingredientes. Pero no tiene manera de asegurarse de que usted ha presentado el producto que venderá o que la calidad se mantendrá en el tiempo. Puro papeleo nomás.
Por esta razón, los países más avanzados en materia sanitaria no tienen este registro, lo cual es muy fácil de comprobar: fíjese en cualquier producto alimenticio elaborado en Estados Unidos o en la Unión Europea y trate de encontrar un número que se parezca a nuestro registro sanitario. No lo encontrará por ningún lado.
En esos lugares, la regulación y el control sanitarios se dirigen a las plantas de producción y a los procesos productivos. No se limitan a los productos evaluados en un momento dado porque eso no es garantía de nada. Hoy están limpios, mañana pueden ser una mugre.
Este trámite solo sirve para engordar la cuenta corriente de Digesa, que debe ser abultadísima. Lo mejor que puede hacer esta entidad, adscrita al Ministerio de Salud, es supervisar las condiciones de producción de los establecimientos. Como ha hecho recientemente de forma acertada con algunos locales de comida rápida que preparaban pizzas con cucarachas. Eso es lo moderno y lo que se hace en el mundo desarrollado.
En cuanto al registro sanitario (atención, ministros destrabadores), debe correr la misma suerte del fenecido registro industrial: hay que desecharlo por tóxico.