No hay que apagar las luces, por Ian Vásquez
No hay que apagar las luces, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

Esta noche entre las 8:30 y 9:30 p.m. se celebrará La Hora del Planeta. Los pobladores relativamente prósperos del mundo que decidan participar apagarán sus luces por una hora. Es una acción concebida hace diez años por un grupo ambientalista con la colaboración de otras entidades para llamar la atención sobre los riesgos del cambio climático. La Municipalidad de San Isidro, por ejemplo, la conmemorará al organizar varias actividades.

Casi parece una broma de mal gusto. Hay millones de peruanos que no tienen acceso a electricidad y viven sumidos en la pobreza. Miles más damnificados por las lluvias y los huaicos ahora tampoco tienen electricidad. En el mundo, más de mil millones de personas viven en esas condiciones.

Denigrar el uso de electricidad es decepcionante no solo porque quienes lo hacen suelen ser gente relativamente acomodada. Lo es también, como bien señala el economista canadiense Ross McKitrick, porque esa forma de energía ha sido una de las mayores fuerzas de liberación humana. Gracias a la electricidad, cientos de millones de mujeres han podido contar con el uso de electrodomésticos que les han facilitado la vida y les han permitido buscar trabajo fuera del hogar. Con la máquina lavadora, por ejemplo, las mujeres dejaron de hacer ese arduo trabajo a mano, que muchas veces incluía dedicar buena parte del día cargando agua.

La electricidad ha permitido enormes avances en la salud e higiene. Se puede cocinar con mayor facilidad y dejar de depender de la leña y el estiércol en la casa, lo que contribuye a la degradación ambiental y a enfermedades pulmonares en lugares sin otras fuentes de energía. La refrigeración ha dado lugar a una oferta de comida mucho más variada y ha reducido la ingesta de productos en mal estado. La electricidad salva vidas. Con ella se ha podido, además, mecanizar trabajos que antes hacían niños, liberándolos para ir a la escuela y leer libros en la noche.

Indignado, el profesor McKitrick sugiere lo siguiente: “La gente que ve una virtud en no contar con la electricidad debería apagar su refrigeradora, estufa, microondas, computadora, calentador de agua, luces, televisión y todo aparato electrónico por un mes, no solo por una hora. Y luego debería ir a la unidad cardiaca del hospital y apagar la energía allí también”. 

El apagón simbólico de la hora del planeta ni siquiera reducirá las emisiones de la combustión de carbones. Eso es porque al reducir el consumo eléctrico, bajan las emisiones por una hora, pero se disparan al tener que restablecer de golpe la generación de energía en las plantas eléctricas. Y, el ambientalista danés Bjørn Lomborg, quien coincide con las observaciones de McKitrick, comenta que, si se usa una vela por cada bomba de luz apagada, como hacen algunos, ni siquiera bajarían las emisiones durante la hora del planeta.

No hay por qué vilipendiar algo que ha jugado y sigue jugando un papel tan importante en el avance de la humanidad, ni pensar que el progreso humano tenga que poner en peligro la ecología. Tal postura podría llevar a proponer agendas políticas que ponen en peligro el bienestar y hasta vidas humanas sin necesariamente mejorar el medio ambiente. Lamentablemente, algunos ambientalistas plantean reducir el consumo de electricidad alrededor del mundo por mandato y subsidiar alternativas extremadamente costosas e ineficientes, lo que perjudica a los más pobres.

La buena noticia es que el mercado ya se está encargando de lograr metas ambientales. En el 2016 la emisión de dióxido de carbono se estabilizó, a la vez que la economía global creció más de 3%. Las emisiones de Estados Unidos, por ejemplo, cayeron notablemente y llegaron a su punto más bajo desde 1992. Se debe, en gran parte, a la revolución del gas shale que ha reducido el costo del gas y ha alentado la sustitución del carbón en la generación de la electricidad. Todo esto mientras que en Europa el mercado energético más regulado no pudo bajar sus emisiones.

Hay que preocuparse por el planeta. Pero deberíamos también celebrar los logros humanos que han sacado a miles de millones de personas de la miseria. Por solidaridad con los más necesitados, no hay que apagar las luces esta noche.