La herencia, por Carlos Adrianzén
La herencia, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Vivimos en una antesala precoz a las elecciones generales del 2016. Al gobierno –en medio de pérdida de dinamismo con déficit fiscales y externos acompañados de cierta estabilidad macro– solo se le pide que no meta la pata. Que solo mantenga el orden. Mientras tanto rezamos para que los ruidos políticos o algún episodio de corrupción al más alto nivel no despierten expectativas desestabilizadoras que compliquen las tendencias de deterioro vigentes. 

Un final oscuro para una administración que ofreció tantas cosas.

Para pasar este trago amargo, la discusión política de las últimas semanas enfoca la contraposición de una oferta amplia de candidaturas; la verosimilitud de alianzas y componendas; y, sobre todo, el accidentado descubrimiento de cuáles de estos candidatos tendrían –además de atractivo e idoneidad– un financiamiento de campaña suficiente para pasar a la segunda vuelta y/o competir en ella con alguna razonable probabilidad de éxito (los famosos 25 millones de dólares de los que todos hablan a escondidas).

En medio de esta sabrosa contraposición, algunos detalles se dejan para la fase final. Uno es la herencia: la situación y perspectivas económicas que recibirá el siguiente gobierno. Mientras al saliente, le importará solo llegar al día de la transmisión de mando, el nuevo tendrá una obsesión: ganar la elección. 

Pero la aludida herencia importará mucho. No resultará tan relevante cuánta empatía y esperanzas populares despierte el elegido ni cuán creativa y exitosa fue la campaña. Si el ya elegido recibe una situación en deterioro, perderá mucho tiempo de su gobierno y quizá decepcionará. Como muchos otros antes que él. El cuento de que no sabía lo que recibía es cada vez menos digerible. 

Establecido esto, vayamos al punto. Quien llegue después de los Humala no la tendrá fácil. Los dos motores que redujeron la pobreza en la última década (la exportación y la inversión privada) están cada vez más apagados. Los actuales, como los anteriores, solo han flotado con buenos precios internacionales y hasta que estos se acabaron. No han consolidado instituciones, nos han embarcado en megaproyectos con oscuras descalificaciones de último minuto, han inflado planillas, regulaciones y cargas tributarias y tienen pánico a dejar flotar el dólar mientras ofertan liquidez erráticamente. Para esta administración, solo otra ola de maquinazos de la reserva federal estadounidense podría ayudarlos a paliar temporalmente el escenario de pérdida de momento que hoy nos caracteriza.

Por supuesto que el heredero podrá continuar el juego de la autocomplacencia, y ofertar maravillas en la campaña y rezar que le caiga la mitad de la buena suerte del ex presidente , pero los milagros no son cosas de todos los días. China no pinta bien, Estados Unidos ha aprendido a exportar mucho más. Pesada herencia por donde se le mire para quien salga elegido en el 2016. 

¿Está usted preparado para cargar el bulto? Dado que el grueso de la gente cada día está más impaciente y vociferante... mejor se entera.