En esta ocasión precisaré lo que es un impuesto: toda carga a privados, establecida por ley, para financiar gastos estatales. No solo son los tributos recaudados por la Sunat, sino también todas las otras contribuciones y tasas establecidas para financiar gastos burocráticos.
Una forma directa de medir cuanto nos esquilman es observar la presión tributaria. Lo recaudado por este concepto, a setiembre, alcanzaba anualizadamente los US$40.053 millones, el 20,6% del PBI. Esta recaudación está en caída libre. En dólares, su flujo anual decrece al 11,4%, justo cuando el estimado del Banco Central de Reserva (BCR) del PBI en dólares corrientes cae en -4,8% a fines de tercer trimestre del 2015.
En este contexto, trataré la informalidad tributaria. Me refiero a los recursos que no se recaudan en ámbitos en los cuales las personas y las empresas no cumplen la ley tributaria. Es decir, donde se pagan parcialmente (o no se pagan) impuestos. La informalidad tributaria tiene como causa básica la ineptitud y complicidad burocrática. Se establecen tasas impositivas que no se pueden cobrar, se construyen incentivos para no pagarlos y se tolera abiertamente el incumplimiento.
A menudo se habla de reducir la informalidad o ampliar la base tributaria. A nombre de esto se amplifican los cobros impensados, los incentivos perversos y la tolerancia a quienes no pagan. Como resultado, la minoría formal es debilitada con tasas destructivas de presión tributaria. El resto informal... escapa.
En esta campaña, PPK ha ofrecido una blasfemia: reducir gradualmente el IGV. Sugestivas son las ideas y creencias que se esgrimen sobre esta propuesta.
Las críticas omiten que la recaudación peruana tiene como predictor los precios externos. Modificar las tasas ha probado ser una práctica marginal. La presión tributaria se eleva o se cae cuando mejoran o se deterioran los términos de intercambio, implacablemente.
Pese a ello, algunos economistas de izquierda lucen aterrorizados y plantean que reduciendo el IGV la recaudación caería y se generaría un severo déficit. No parecen percatarse de que la recaudación ya cae hoy por efecto de los errores del régimen humalista y los menores términos de intercambio. Ni que el déficit fiscal ya se expande por el pésimo manejo fiscal. Y esto mucho antes de que conozcamos quién será el próximo mandatario.
Otros críticos señalan que reducir tasas no combatiría la informalidad. Están equivocados, pero solo un poquito. Menores tasas ayudarían a que algunos comiencen a pagar, aunque esta medida no reduciría otras irracionalidades, ni la tolerancia burocrática hacia quienes no pagan impuestos. No negaré mi entusiasmo por toda reducción tributaria en un país que ya sufre cargas excesivas y que requiere crear ámbitos tributarios que permitan volver a crecer e invertir activamente.
Libertad para los presos políticos en Venezuela esta Navidad