Incentivos para la innovación, por Iván Alonso
Incentivos para la innovación, por Iván Alonso
Iván Alonso

Los beneficios tributarios pueden incentivar ciertas actividades económicas, pero inevitablemente incentivan, a la vez, el desperdicio de recursos. Tomemos el caso de los beneficios tributarios para la innovación. De concretarse la propuesta del , las empresas podrán deducir de sus ingresos, para fines del , el 175% de los gastos que hagan en investigación y desarrollo. Quiere decir que al final del año los impuestos que tengan que pagar se reducirán en proporción a la suma gastada. La reducción de impuestos es una motivación para dedicar más recursos a la creación de nuevos productos, a la búsqueda de más eficientes métodos de producción; pero también puede convertirse en un fin en sí mismo.

Desde el punto de vista particular de una empresa, la inversión en investigación y desarrollo vale la pena si la rentabilidad esperada –las ganancias que los nuevos productos podrían generar o el ahorro de costos que los nuevos métodos le reporten– es igual o mayor que la rentabilidad que podría obtener con otro tipo de inversiones: la compra de maquinaria, por ejemplo, o la ampliación de su planta. Si estas inversiones le rinden 10%, el empresario estará feliz de gastar 100 soles en inversión y desarrollo, siempre que, como resultado de la innovación, sus ingresos aumenten o sus costos disminuyan en un total de 110. Pero de ahora en adelante, gracias a los beneficios tributarios que el Gobierno está a punto de ofrecerle, podrá gastar 100 soles, sin perder la sonrisa, aunque los frutos de su esfuerzo de investigación y desarrollo sean solamente 89.

¿Quién ha bajado la valla? El Gobierno mismo. La deducción del 175% significa que la empresa pagará 21 soles menos de Impuesto a la Renta por cada 100 que gaste en investigación y desarrollo. Actualmente puede deducir el 100% de esos gastos, que es como debe ser. Con la propuesta del Ministerio de la Producción, la empresa podrá deducir un 75% adicional. Su renta imponible baja, entonces, en 75 soles; y sus impuestos, en un monto igual al 28% de esa deducción adicional, o sea, en 21, independientemente de cuál sea el resultado de la supuesta innovación.

El beneficio tributario inducirá a algunas empresas a invertir en proyectos de investigación y desarrollo que no tienen una expectativa real de agregar valor, sino más bien de destruirlo. Pueden dedicar recursos que tienen un valor de 100 a “innovaciones” que aportan solamente 89 porque obtienen indirectamente otros 21 a través de una reducción de impuestos. Un mal proyecto termina así volviéndose atractivo.

El argumento típico a favor de los incentivos tributarios es que los beneficios que la innovación brinda a la sociedad son más amplios de los que el empresario privado llega a capturar. O, para decirlo en el lenguaje de los economistas, que la rentabilidad social es mayor que la rentabilidad privada. Eso puede ser cierto en algunos casos e inclusive en la mayoría de casos, pero para eso justamente existen las patentes y los demás derechos de propiedad intelectual. Sería mejor pensar en cómo definir y proteger mejor esos derechos. Resulta, por lo menos, discutible que una innovación con rentabilidad privada negativa, como las que los incentivos tributarios tienden a fomentar, vaya a tener alguna utilidad real para los contribuyentes que la bancan.