Mabel Huertas

Los gestos de la presidenta Dina Boluarte frente a la muerte de Alberto Fujimori pueden interpretarse de varias maneras desde el ángulo político.

Por un lado, muchos consideran ofensivo que se haya rendido honores al cuerpo de un dictador en Palacio de Gobierno, especialmente aquellos que fueron víctimas, material o moralmente, de los delitos de un gobierno autoritario. Este es un grupo que valora los derechos humanos y que ya condenaba a Boluarte por las muertes ocurridas durante los enfrentamientos de diciembre del 2022, cuando asumió la presidencia. Para la mandataria, que cuenta con apenas un 6% de aprobación, este grupo ya estaba perdido desde el inicio de su gobierno y, por lo tanto, es irrelevante en su ecuación política.

Otra interpretación es la de una presidenta que, al margen de su gestión, se muestra respetuosa del duelo ajeno. Después de todo, la muerte es siempre un drama humano. En esta puesta en escena, transmitida en vivo por horas, la presidenta ha tenido en cuenta a aquel grupo de ciudadanos que argumenta que Alberto Fujimori fue un presidente elegido democráticamente y que, a pesar de sus excesos, su gobierno dejó un legado importante en el país. Esos peruanos, aunque no confían ni aprueban plenamente a Boluarte, valoran el protocolo brindado como algo positivo. La presidenta se ha ganado un poco de su simpatía. En política, los gestos importan, y este podría tener consecuencias favorables para ella.

Finalmente, una tercera lectura, más cínica, pero igualmente válida, señala que Boluarte aprovechó la oportunidad para estrechar lazos con la derecha en el Congreso, especialmente con Fuerza Popular, uno de los bloques más influyentes.

Cada acto ceremonial en torno de la familia Fujimori ha sido un paso de Boluarte hacia una convivencia política que le garantizará su estadía en Palacio hasta el 2026, a pesar de las denuncias e investigaciones que la involucran a ella y a sus ministros más protegidos. Ahí tenemos a Morgan Quero, ministro de Educación, investigado por supuestamente ser parte de una extorsión que terminó con Alberto Otárola fuera de la Presidencia del Consejo de Ministros, y a Juan José Santiváñez, cuyos mensajes y audios –que comprometen a la presidenta–, según la fiscalía, son reales. Según esta aproximación a los eventos fúnebres, los sentidos abrazos más bien podrían ser moneda de cambio para la inmunidad que tanto necesitará la presidenta Boluarte cuando deje el cargo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno

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